Vistas de página en total

lunes, 20 de enero de 2014

INDOCHINA MARAVILLOSA

INDOCHINA MARAVILLOSA
Siempre pensé que algún día encontraría un lugar con el que me sentiría identificado de una forma muy especial.

Desde niño siempre tuve curiosidad, por todo aquello que sonaba a Oriental, bien por su estética, bien por sus coloridos y formas, bien por ese contraste absolutamente abismal, con lo que como cotidiano intelectualmente era visible, sensible o inteligible.

Con la adolescencia y en esa lucha por encontrar un marco personal, bien por rebeldía, bien por curiosidad o ambas al mismo tiempo, empecé a darle vueltas a aquello del karma y el Darma, la reencarnación y la esencia del todo y de la nada, como muchos otros adolescentes, me preguntaba continuamente como había sido mi última vida, en que paraje se podía haber desarrollado, cual habría sido mi estilo de mida , mi sexo, y muchas cuestiones que no tenían respuesta, o al menos yo no las hallaba.

Con el paso de tiempo, la idea fue diluyéndose por otras preocupaciones, que en cualquier ser humano caracteriza una etapa, pero cuando pasaron unos cuantos años, y con la presencia de perdidas de seres queridos, volví a replantearme lo que de niño me había preocupado tanto y era saber de donde había venido, pues finalmente todos éramos reducidos a los mismo, a polvo y simple polvo.

A fecha de hoy no tengo respuesta sobre esta cuestión sinceramente hablando, pero lo que si tengo claro después de haber visitado numerosos lugares de los siete continentes, según el modelo convencional que se enseña habitualmente en la mayoría de los países de habla inglesa, es que por Asia y en especial, por Indochina e Indonesia, tengo una atracción fatal, es decir me atraen en demasía.

Cuando uno llega a un lugar y se siente como en su casa, y no tiene motivos especiales para ello pues las costumbres, creencias, espiritualidad y lengua, no son la misma que la nuestra y contrariamente se siente sin extrañezas, me inspira directamente una relación directa con el sitio visitado como conocido y esto me recuerda aquella fabula que de niño me planteaba en cuanto cual sería mi última reencarnación.

Indochina, mi ultimo destino por segundo año, es la península ubicada en sudeste Asiático, situada entre la India y la China, y está formada por Camboya, Vietnam, Laos, Birmania y Tailandia.

Entre ellas por lo que he podido observar y vivir , existen pequeñas diferencias en cuanto a pequeños aspectos formales, cosa normal, si lo comparamos con nuestra España querida, pero hay una esencia en común que las hace especiales, una mezcla entre majestuosidad, espiritualidad y exotismo.

Los contrastes entre Oriente y Occidente, marcan al espectador como si de un punto de partida se tratara, pero si te mantienes al margen de esa visión predeterminada por tu cultura, encuentras unas diferencias sustanciales entre ambas culturas.

Esa cultura se define en las mentalidades propias de cada lugar que a su vez define la idiosincrasia que les describe, así la mentalidad occidental es analítica, selectiva, diferencial, inductiva, individualista, conceptual a la par que esquemática, algo impersonal y muy legalista, mientras que la mentalidad oriental es sintética, totalizadora, dogmática, intuitiva, espiritualmente individualista y socialmente dirigida al grupo.

Todos estos rasgo genéricos y relativos priman a la hora de definirse como cultura, lo que genera que en su mayor esencia la religión, el budismo, prima el silencio frente a la palabra, la fluctuación de polos en vez de la no contradicción, con una primacía de la mística sobre la lógica, lo que las hace abstractas por naturaleza y quizá por eso me atraigan tanto.

Destacar de esa esencia al margen de la grandiosidad icnográfica de todos sus monumentos, símbolos y dioses y diosas,los mantras, o el asistir a una ceremonia de culto.

Cuando investigas un poco más sobre ellos y comprendes su significado, no literal, sino genérico te das cuenta que los mantras es un recurso para proteger la mente contra los ciclos improductivos de pensamiento y acción y sirven para enfocar y sosegar la mente que al concentrase en la repetición del sonido repercute en el desvanecimiento de los demás pensamientos, acercándose a lo sagrado y al consecuente pensamiento divino.

La vida tiene muchos altibajos, pero en general supone una experiencia maravillosa, en la que el recuerdo de lo vivido permanece sobre las experiencias rutinarias, y les animo a acercase al suyo.

Lo que nos llama la atención a cada uno, quizás y sólo quizás, es lo que necesitamos en cada momento experimentar, reflexionar y discernir, al margen de las reencarnaciones pasadas, que aunque todavía no haya averiguado la mía, ya me voy acercando.

Ferran Aparicio
20 de enero de 2014





No hay comentarios:

Publicar un comentario