Hay principios que por su propio peso son indiscutibles, lo cual reduce sencillamente el planteamiento de cualquier interpretación y este es el caso de la sencilla humildad.
La humildad como concepto es una virtud humana atribuida a quien ha desarrollado la conciencia de sus propias limitaciones y debilidades y obra en consecuencia.
Como concepto implica cierta complacencia, la
persona humilde consigue estar
satisfecho de sí mismo, lo cual ya es un gran logro en la sociedad competitiva e
impersonal en la que vivimos, pues las personas humildes son personas que no
tienen que demostrar nada a nadie y es por ello que se les tilde de sencilla
humildad.
El término humildad proviene del latín humilitas-humiilitatis, y aunque en nuestra
lengua castellana tiene varias acepciones desde el conocimiento de las propias
limitaciones y debilidades, al clasista de pertenecer a la casta baja o de origen pobre y en general todo el mundo lo aceptamos como la capacidad de restar importancia a los propios logros y virtudes y de reconocer
sus defectos y errores.
En sentido contrario el hecho de tener y
necesitar el reconocimiento externo sacando a relucir nuestras virtudes
personales en algo, dejando siempre ver nuestros hechos y amores que no son
buenas razones, no deja de ser una muestra de absoluta debilidad.
Todos o casi todos tenemos claro que una
persona que actúa con humildad no tiene complejos de superioridad, ni tampoco de
inferioridad, simplemente vive ajena a cualquier juicio de valor externo que le
acredite un valor añadido al suyo propio, pues vivimos en una sociedad donde se
valora el triunfo como un alarde de nuestros éxitos, ocultando nuestras dudas e
inseguridades bajo una máscara de arrogancia.
En este sentido, la humildades un valor opuesto
a la soberbia como decía el filósofo José Antonio Marina es: “la
humildad nació para ser el antídoto de la mayor falta humana: la soberbia”,
y es que este tipo de acciones o actuaciones lo que hacen desfigurarnos como
personas y hacernos artificiales y muy ajenos
al camino del bienestar y de un estado cercano a la felicidad plena.
El estado de sencilla humildad además nos
permite enriquecernos de aportaciones ajenas, en cuanto que valoramos las aportaciones de los otros, y
nos enseña a tener un discurso menos categórico, acercándonos a la comunicación
y al entorno de las personas con las que convivimos independientemente si
congeniamos o no con ellos, en vez de buscar diferencias absurdas e intentar el
destacar y sobrepasar actitudes y conocimientos ajenos.
La humildad en cualquier caso es independiente de
la posición social, económica o cultural, es algo natural dado que nuestra naturaleza
como seres humanos tiene el mismo grado de dignidad y no debe vanagloriarse de
sus acciones, sino ejercitar otros valores como la modestia, la sobriedad y la
mesura ya que la sencilla humildad es la
base y fundamento de todas las virtudes, pues sin ella no hay ninguna que la
sea.
Todas estas pautas que marcan y están marcando y seguirán marcando el estilo
de vida actual, pues lo que está claro es que actuar en contra de la propia
naturaleza genera un estrés indebido e innecesario,
o al menos a mí me lo parece, es la conclusión de mi reflexión después de una
humilde aceptación de mis propias circunstancias.
Ferrán
Aparicio
10 de marzo de 2015
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