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martes, 25 de octubre de 2016

EN BUSCA DE UNA MANADA

No sé si a colación de las causalidades o casualidades vuelve a aparecer en mi vida Chavela Vargas y su mensaje favorito y es el que reitero con orgullo, pues la verdad que como siempre; no sólo estoy de acuerdo, sino que también lo comparto y es: “No hay nadie que aguante la libertad ajena: a nadie le gusta vivir con una persona libre y si eres libre, ese es el precio que tienes que pagar: la soledad”.


Es bien cierto que cada persona somos de una pasta y tenemos nuestro propio genio, cuando además de serlo, sientes una necesidad máxima de libertad como modus vivendi, quizás tienes que aceptar el precio de tu independencia, que es la soledad.

Pero la soledad bien llevada, consensuada y vivida desde la tranquilidad de disfrutar de cada momento con uno mismo, puede incluso ser placentera, pues los humanos en manada tenemos la capacidad de complicarnos y amargarnos la vida hasta límites insospechados, cosa que no es agradable para nadie y en especial para aquellos que disfrutamos de nuestra libertad e independencia como un anhelo diario de convivir con nosotros mismos de una forma tranquila y placentera.

Cuando ya has vivido el efecto de vivir en manada y te has ido buscando tus propios parajes, te acostumbras a tu soledad como algo natural y en cierta forma sana y tranquila. Sin embargo el ser humano en su versión social y socializante necesita estar en contacto con los que le rodean, unos porque los elige y otros porque aparecen en tu camino, esa es la cara y cruz de nuestro raciocinio, que nos sirve para crear , imaginar, planificar y ejecutar un plan de encuentro social personalizado, pero también nos sirve para sin querer darles vueltas al pasado en relación a las experiencias vividas y a posibles problemas futuros, lo que nos crea un bucle vital que se traduce en darle vueltas a la vida pensando en cosas que ya pasaron y no tienen por tanto solución y en otras que tal vez nunca pasarán, por ello si lo pensamos fríamente cuando estamos en soledad con nosotros mismos es cuando de alguna forma disfrutamos de la actividad que estamos realizando o ejecutamos o no ejecutamos , pero que de alguna forma estamos viviendo sin volar mentalmente al pasado o al futuro.

El dilema de la soledad placentera del ser que se convierte en independiente pero no aislado es cuando se plantea que en estado de plenitud donde notamos por una parte que el tiempo vuela y a la vez se estira porque estamos inmersos en nuestro propio mundo es si realmente estamos perdiendo la oportunidad de encontrar una manada a la que seguir a distancia , eso si dentro de la misma especie pues las otras ya tenemos claro que no nos interesan y en su ausencia preferimos mantener nuestra propia soledad.

La clave como siempre independientemente de vivir en el presente es la de poner consciencia a lo que estamos haciendo, pues al fin y al cabo estamos invirtiendo en aquello que nos interesa y nos beneficia directamente aunque simplemente sea un valor espiritual de sentirnos realizados en algún aspecto que nos interesa.

La consciencia se transforma y es observadora de nuestra propia experiencia siendo una capacidad de focalizar que es lo que queremos o anhelamos, utilizando el yo observador como elemento vital, de una simple búsqueda de manada, con carácter independiente, con la que compartir nuestros intereses.

Ferrán Aparicio
25 de Octubre de 2016




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