Llevo tiempo dándole vueltas a la idea
de que ya peino alguna cana y todavía no me enfrentado al hecho de hacer
testamento. La pura verdad, es que el mejor testamento es transmitir la idea a quien corresponda, cuando ya no estés aquí, que al final de tu vida te has encontrado a
ti mismo, descubriendo que todo lo que querías ser ya lo eres o has sido y lo que querías tener ya lo tienes o tenido y
que la vida se vive en cada instante a tu servicio y no cuando descansas
finalmente en paz.
Todos
más o menos sabemos que si hay testamento, y en caso que alguien
desconozca su existencia o ubicación o emplazamiento , pues de momento no lleva
chip incorporado, el registro les informará de cuándo se otorgó y ante que
notario: los herederos deberán dirigirse a este profesional para obtener una
copia.
Después, será preciso proceder a la partición de la herencia siguiendo
las últimas voluntades del difunto... y respetando lo que establecen las normas
respecto a las herencias legítimas, pues hay una serie de personas que son
herederos forzosos, que sólo pueden ser desheredados por motivos muy graves y
justificados.
Si
no hay testamento, el reparto de los bienes del fallecido se hace según la ley,
siguiendo el orden establecido. Si no hay familiares, la herencia pasa al “Papá Estado”. Hasta aquí las cosas están más
o menos claras, el problema surge cuando
en ausencia de relación, emparejamiento y línea de sucesiones,.., plantearse lo que le apetece hacer a cada uno.
Cuando
uno se enfrenta a la ardua tarea de hacer testamento, por una parte está
asimilando que nadie es susceptible de ser eterno y por otra parte
intuitivamente que se halla en primera fila de tiro, lo que hace de alguna
forma enfrentarse a sus preocupaciones más íntimas y sacar de si lo que quiere
para ese momento, el de su partida, como siempre, sin más, pero con alegría.
Es
cierto que cada uno es dueño de sus bienes y derechos, el problema es cómo
resolver dentro de uno mismo su propia voluntad y de la legislación vigente,
contando que de que todo lo que has dedicado a cultivar, organizar y crear
durante un sinfín de años, con sangre sudor y lágrimas, como lo alargues otorgándolo
en varios grados de consanguinidad o ningún grado específico, hacia la persona
o personas que te hayan sido fieles colaboradores en la salud y en la
enfermedad, hasta que la muerte te separe y no esté bien organizado, prepárate
que llegará “papá estado” y se quedara con todo o casi todo por no haber sido
diligente en tu decisión.
Muchas
veces no queda más remedio que acudir al profesional que en este caso se trata
de notarios y explicar cuáles son tus últimas voluntades , para alejado de un
testamento normal, te ayude a encontrar dentro de tí mismo, tu propia voluntad.
Quizás el secreto es conocerse a uno mismo y haber alertado a los posibles
herederos de cuáles son tus intenciones
manifiestas, pues una vez conocido y convencidos del contenido y de que donde no hay voluntad, nada se puede
sacar, no hay necesidad de dejar
un sabor amargo en alguno de los receptores de esa voluntad, que no habría sido
tal si se hubiese brindado una explicación o una realidad existente.
Al
final como decía un conocido notario,
con un testamento bien enfocado y explicado, se puede lograr muchas más
cosas, pues en su contenido está la clave como instrumento de expresión y de
educación de los herederos y de transmisión de valores y convicciones íntimas
del testador.
Testar solo es otorgar derechos, sin controlar las futuras decisiones que sobre el patrimonio que se
recibe; lo cual implica un alto grado de libertad, que con ello el testador descansará
en paz.
Ferrán
Aparicio
1 de Febrero de 2017
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