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domingo, 30 de julio de 2017

GRANDES DIFERENCIAS

Hay términos que parecen iguales o parecidos, pero la verdad es que no tienen nada que ver, sino  no existirían etimológicamente, tenderíamos a confundirlos como es el caso de la sencillez y la simpleza.

Es bien cierto que la sencillez como valor es deseable, pero la simpleza es palabra mayor y creo que no resulta un valor deseable, en los tiempos que corren, quizás por aquello del que no corre vuela.

En tiempos donde la comunicación carece de contenido y solo nos dedicamos a parafrasear, reenviar o compartir contenidos, la simpleza llega a sus máximos, dentro del Ibex intelectual de la sociedad que nos rodea.

Replanteando la situación, lo razonable parece ser reorganizar la escala de valores y empezar a coger el toro por los cuernos, y aprender a apreciar lo que en la vida resulta más determinante.

La sencillez es un gran valor para depurar estados que hemos ido acumulando y están desfasados o en cualquier caso ya no nos sirven como personas, sobre todo  cuando sin darnos cuenta nos complican la vida y  son una ocasión para apreciar lo que realmente merece la pena, para buscar lo que nos reconforta y precisamos.

La necesaria organización del tiempo, de los recursos y de las fuerzas obliga a una re orientación que no conviene dejar simplemente en manos de la coyuntura de los momentos.

Al final de todo lo acumulado acertadamente o erróneamente, sólo se trata de establecer prioridades, pues la sencillez como conducta es un saber, no un acopio de cosas, valores, conocimientos y cualquier cosa que por su innecesaridad se nos arrima.

Hay que valorar  que no por más sencillo resulte necesario  pero suficiente, pues la sencillez no es una forma de resignación, ni de conformismo, es en sí mismo un desafío para todo el mundo.

Lo que es bien cierto es que nacemos llenos de gran simpleza y con hambre y lleno de ambiciones, eso sí sin perspectiva, simplemente  acumulando pequeñas metas, que nos van ayudando a crecer y caminar.

El problema surge cuando te das cuenta un día que ya no necesitas nada, tu visión tiene una perspectiva y es cuando te das cuenta que la simpleza de objetivos a llegado a tu vida y necesitas poner en orden tu “status quo”, en aras a una sencillez máxima que te permita disfrutar de una gran perspectiva como si de un ojo de pez se tratara.

Si todavía no has llegado a replanteártelo,   piensa  que esa ambición es finalmente más ineficaz que la tarea permanente, diaria, pormenorizada, cuidadosa, de lo sencillamente bien hecho, pues por experiencia les digo que tener una visión global es simplemente que admitamos la posibilidad de que existe más.

   Ferrán Aparicio
30 de julio de 2017

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