Después
de una gran temporada escribiendo o al menos intentándolo, me he dado cuenta
que hago lo que me gusta, por no decir como dicen algunos, hago lo que me sale
del pirri.
Y valga la redundancia en el sentido que escribir para mi ha sido en los últimos años una terapia muy personal y he aprovechado a hacerlo siempre que he tenido algo que pensar , transmitir o simplemente vivir.
Y valga la redundancia en el sentido que escribir para mi ha sido en los últimos años una terapia muy personal y he aprovechado a hacerlo siempre que he tenido algo que pensar , transmitir o simplemente vivir.
Descubrí
esta terapia después de una larga depresión, por amor y sólo amor, aunque en la perspectiva del tiempo me di cuenta que
simplemente era por amor propio, no ajeno, pero en el fondo descubrí que a
través de la escritura todos y todas podemos desarrollas una infinidad de
recursos para potenciar la capacidad simbólica y creadora de la mente, esa
mente tan difícil a veces de comprender.
El
juego de las palabras nos descubre un mundo desconocido hasta que dejamos
aflorar eso que todos y todas tenemos dentro, es un juego que nos libera que nos
permite hablar en voz alta con nosotros mismos, recreándonos con recursos
libres y sin perjuicios personales aquello que llevamos dentro y no somos
realmente conscientes y que revelan nuestros enigmas personales más íntimos.
Decía
García Lorca, en uno de sus múltiples escritos “ No preguntarme nada, he visto
que las cosas cuando buscan su pulso encuentran su vacío”, y con ello me
identifico, pues cada tema cada expresión de ese yo libre revela una
preocupación, una dudad, una reflexión y sigo hablando en voz alta pero
escribiendo.
Cuando
escribimos estamos meditando de una forma
muy especial, es como un conjunto
de palabras lanzadas supuestamente al
azar , que van provocándonos unas
reacciones emocionales llenas de recuerdos, emociones, significados, sueños y
tantas y tantas reacciones que afectan a nuestra memoria, al
subconsciente inconsciente y a un
proceso natural que en nuestra mente no asiste pasiva a la representación, sino que interviene en una aceptación y
rechazo , a una construcción y una
destrucción y a tantos antagonismos que van unidos como una sucesión de
acontecimientos que se intentan hacer coherentes a través de su ligazón,
personal y eso en definitiva es nuestro estilo personal o pensamiento
emocional, que al fin y al cabo refleja una forma lógica de hacer las cosas.
En
definitiva simplemente reflexionar como las conexiones que establece la mente entre la realidad
externa y aquello que forma parte
de nuestro mundo interior, nos
proporcionan el material necesario para hacer aflorar las ideas, pensamientos,
reflexiones y meditaciones en las que no importa lo que se cuenta, sino como se
cuenta, con emoción fundamentalmente.
Para
escribir es fundamental como para todo
en la vida, perder el miedo y vivir esta maravillosa experiencia como un juego,
desarrollando algo tan maravilloso como es la creatividad, nuestro yo más
intimo y desconocido.
Si
transformamos el proceso de escribir en un juego de estimulante, además de
compartir muestras ideas, por intimas y relevadoras que sean potenciamos la
comunicación a través de la lectura que al fin y al cabo es como navegar por la
apertura de la interrogación , sin echar ancla.
Ferrán Aparicio
15
de diciembre de 2017
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