De casi todo el mundo
es conocida la ley de Murphy y es que
por aquello de que las bicicletas son para el verano, y es que el verano es propicio
no sólo para vivir el concepto de esta ley, espacio de tiempo mítico en el que
queremos hacer más cosas que el tiempo nos permite y siempre suceden
imprevistos que nos van causando pequeños problemas o simplemente alteraciones
de planes que perturban nuestra
tranquilidad cotidiana en el momento menos oportuno.
Es
bien cierto que las leyes de Murphy nos advierten desde un principio claramente
que “ si algo puede salir mal, saldrá mal”, pero también es cierto con los
tiempos que corren y el calor que está haciendo que con mucho humor e ironía y
un bañito aunque sea en la bañera con agua fría podemos aceptar ese conjunto de
sentencias que se cumplen de forma ineludible, invariablemente y de manera
constante.
Lo
bien cierto es que para afrontar estos tiempos complicados y calurosos, lo
mejor es afrontar cada situación y cada problema cotidiano con una sonrisa y
aceptando que dentro de todas las posibilidades nuestros planes pueden variar y
no llegar o llegar retasados al puerto deseado, eso sí siempre con una sonrisa.
Sin
embargo por aquello de que las bicicletas son para el verano, parece que lo
relacionamos con un espacio temporal de ocio en el que no hay ningún placer en
no tener nada que hacer, cuando la
realidad es que lo divertido es tener mucho que hacer y no hacer nada.
Al
final como humanos que somos e independientemente de la acumulación de tareas obligatorias
o voluntarias que tengamos cualquiera puede hacer cualquier cantidad de
trabajo, siempre que no sea el trabajo que debería estar haciendo en aquel
momento.
Desde
punto de vista del pasivo con una inteligencia emocional brillante, cuanto menos
haces, menos te saldrá mal y si no haces
nada, no te equivocarás, lo cual ni le afecta ni le inmuta a estas personas
tranquilas que disfrutan del verano como un espacio de relax , como siempre ,
sin más.
Al
final simplemente Murphy y muchos más pensadores nos ayudan a plantearnos que
no se intentará nada si primero hay que combatir todas las objeciones por aquello
de que si quieres algo, algo te costará y salvo error u excepción los ausentes
siempre se equivocan.
No
hay que olvidar y ser de alguna manera
consciente que muchas veces la pereza a menudo se confunde con paciencia y si
supieras qué es lo que estás haciendo, probablemente te aburrirías.
Muchas
son las leyes las que rigen en el contexto de nuestra sociedad y están
plenamente demostradas pero en definitiva no hay ningún trabajo lo
suficientemente sencillo como para que no pueda hacerse mal y todo lo que vale
la pena hacer, vale la pena hacerlo en exceso.
Ferrán Aparicio
15 de agosto de 2016