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lunes, 10 de agosto de 2020

EL TRIUNFO DE LOS MEDIOCRES

Quizás  ha llegado la hora de aceptar  que nuestra crisis  es más que económica, independientemente de la pandemia que todavía vivimos, sin menos cabo de un segundo repunte y con la inseguridad de ver la luz al final del túnel,  y va en cualquier caso más allá de estos o aquellos políticos, de la codicia de los banqueros y de los corruptos , independientemente del color de su mirada o simplemente del PIB o la prima de riesgo nacional o internacional.

Asumir que nuestros problemas no se terminarán cambiando  a un partido por otro, o simplemente con otra batería de medidas urgentes o una huelga general, esta es  una realidad como respuesta a la vulnerabilidad que estamos siendo sometidos.

Reconocer que el principal problema de España es la mediocridad de los dirigentes es una realidad contemplada por los grandes periodistas, desde el New York Times a la BBC, y hay que admitirlo al margen que lo que digan los demás, está de más, al menos para tratar de corregirlo, aceptando que nos hemos convertido en un país mediocre.

Es bien cierto  que ningún país alcanza semejante condición de la noche a la mañana, sino como en una escena de teatro la trama del guionista nos va llevando hasta el desenlace, sabiendo que es la situación actual es el resultado de una cadena  que comienza en la educación y termina en la clase dirigente que va manipulando a su libre albedrío.

Hemos creado una cultura , donde todo resulta válido , donde nos pasamos los principios y valores por el forro, donde la educación primaria no existe, donde los sentimientos básicos ni se consideran y en la que los mediocres son los protagonistas de nuestras vidas, los que se hacen escuchar en los medios de comunicación y a los único que votamos en las elecciones, sin importar lo que hagan.

Estamos tan acostumbrados a nuestra mediocridad que hemos terminado por aceptarla como el estado natural de las cosas y sus excepciones nos sirven para negar la evidencia.

Mediocre es un país donde sus habitantes se dedican a mirar el móvil y pasan de conversar con la persona que tiene enfrente independientemente del lazo que les una. Mediocre es un país que en toda la democracia no hadado un presidente que hablara un inglés correctamente o simplemente tuviera unos conocimientos mínimos sobre protocolo o política internacional y necesite rodearte de 20 asesores, por decir un número.

Mediocre es un país, que en después de instaurar una democracia y con un rodaje de cuarenta años  instaura y camina hacia un sectarismo rancio, consiguiendo dividir y crispar a su población con aquello del insulto naturalizado.Mediocre es un país que ha reformado el sistema educativo tres veces en tres décadas, dependiendo del color de su mirada y en aras a llevar a la población al huerto de sus votos.

 Lo que si es bien cierto, es que si me pillara con veinte años menos  me exiliaría a otro paraíso con más calidad humana y menos política manipuladora y en definitiva menos mediocre , por aquello de que sólo se vive una vez.

                                                    Ferrán Aparicio

                                               10 de Agosto de 2020

 


sábado, 30 de julio de 2016

CUECES O ENRIQUECES

Dicen muchos expertos en materia de cocina que tal cual cocinas y después comes lo que has elegido, es un gran reflejo de cómo es tu vida y por ello aquello de si cueces o enriqueces.

Es bien claro y evidente que hay muchas más cosas en la vida  que el trabajo como es el arte de la observación y el disfrute de todo lo que nos rodea, lo cual lleva un tiempo aparejado y ahí la diferencia entre cocer o enriquecer nuestro tiempo.

Por aquello de  aprender a vivir el presente cociendo o enriqueciendo,  es posible escribir cualquier cosa usando el buen humor en casi cualquier situación y aprender que una risa vale más que mil palabras para sentirnos plenamente felices.

Para cualquier acto reflexivo es importante recordar que las personas felices saben que guardar rencor hace daño y perdonan a los demás para su propia tranquilidad enriqueciéndose a si mismo previa cocción de un acto reflexivo sobre si vale la pena guardar un  mal resentimiento.

Desarrollar una actitud de gratitud es un hábito que también enriquece la cocción, pues nos demostramos a nosotros mismos que las personas que te relacionas y quieres de alguna forma, incluso en momentos de conflicto vale la pena  y cuidar y cultivar las relaciones también mejora cualquier cocción.

Es bien cierto que las palabras y muchas acciones se las lleva el viento, pero también es cierto que si el sentimiento de honestidad en cualquier acción o decisión nos lleva a concentrarnos en nuestras vidas y no preocuparnos por lo que otras personas están haciendo o diciendo, pues es evidente que todo el mundo tiene derecho a vivir su vida de la manera que quiera eso si honestamente  y coherentemente con su pensamiento.

Incluso en la cocina, hay que tener una actitud positiva encontrando en la creatividad el lado positivo a cualquier situación a pesar de que puede ser difícil de encontrar el perfecto punto a cualquier plato de buen gusto y sabiendo que todo sucede por alguna razón y a pesar de que no siempre se puede saber cual es la razón.

La perfecta receta es enfrentarse a cada nuevo reto con la actitud que lo traerá un paso más cerca de su meta, pues lo más importante es saber lo que quieres y en función de ello aprehender las habilidades que necesitas y no dejando de perseguir aquello que para ti tenga un valor sabiendo lo que no se puede cambiar y es un ingrediente fijo con el que tenemos que contar  pero reconociendo que no todo cabe y que cualquier plato de buen gusto tiene sus limitaciones y hay que determinar si es posible y de que manera podemos lograr el resultado que queremos.

En definitiva y simplemente reflexionando en voz alta, como siempre, solo se trata de asumir que somos responsables de nuestras vidas y de nuestra cocina y de tantos aspectos desde el estado de ánimo, nuestras actitudes, pensamientos y sentimientos y al final solo se  trata de plantearte si cueces o enriqueces como en la vida misma.

                                                                 Ferrán Aparicio

                                                              30 de julio de 2016