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martes, 10 de mayo de 2016

EL DOLOR DEL ALMA


EL DOLOR DEL ALMA

Hay estudios que confirman que el ser humano no puede vivir sin una cuota de displacer o malestar y es que parece ser que existe un mecanismo en nuestra psiquis que regula la cuota de malestar que todo ser humano puede aguantar o en su caso tolerar.

Cuando somos conscientes que rondamos esta zona  retornamos a un estado que podríamos definir como placentero y que evita el sufrimiento.

Cuando en cualquier caso sobrepasamos  cierta dosis de malestar se rompen por regla general ciertas barreras de defensa y nuestra mente experimenta lo que llamamos dolor, que cuando no es físico puede ser lo que algunos autores definen como dolor del alma.

Pero sin ánimo de cuestionar fenómenos de intensidad de los dolores más difíciles de abordar, los más peculiares  son los llamados dolores del alma.

Cuando nos duele el cuerpo tenemos una referencia concreta al origen que produce el dolor y si no lo buscamos a través de nuestros matasanos, que nos dan una referencia concreta del posible origen, sin embargo cuando el dolor es psíquico siempre suele ir acompañado de una tristeza asténica que genera estar susceptible ante los hechos  de la vida cotidiana, haciéndose todo más pesado y menos llevadero, lo que antes era una alegría ahora parce como que una nube, una sombra hubiese cubierto tu vida.

Otro de las datos que todos hemos podido observar o analizar a nuestro alrededor es el hecho de que el dolor del alma es difícil de cuantificar, solo la persona que lo siente, sabe hasta  dónde y cómo le duele.

Este dolor aparece ante ciertos hechos, actos acontecimientos, desencuentros, pensamientos o simplemente vivencias de manera  que la persona que se siente acosada por el dolor, se siente insegura incluso con miedo a la nada y en este sentido son los factores que cuantifican el grado del dolor.

Una  de las causas más comunes y donde mejor se detecta este tipo de dolor es en la perdida de los seres queridos, algo común a todos los humanos y que independientemente del grado de parentesco, relación o identidad, más nos afecta. Pero la verdad es que pasado nuestro propio luto con algo de esfuerzo y voluntad, se puede llegar a sobrellevar, siempre y cuando la persona tenga una identidad sostenida en otros valores y no exclusivamente en la pérdida de algo de alguna forma egoístamente querido.

Lo mismo sucede con el amor, cuando nuestra necesidad de amor sólo colma a una persona, nos arriesgamos a si la perdemos a caer en el abismo del desamparo y la perdición, aunque sólo sea de una manera sentimental.

El dolor de vivir  sin embargo  responde a una formula cotidiana  que tiene que ver de cómo somos los mortales  y de tener consciencia que aquí estamos de paso, reconociendo cada día cuando amanece como que  el mundo existía antes de que nosotros apareciéramos en él.
 
Pensar la vida desde la globalidad  es asociarla de alguna manera al dolor, pero también a la alegría los proyectos, al amor ya tantas y tantas cosas  que resulta definir una formula general para la inteligencia colectiva.

En cualquier caso hay dos fórmulas para vivir la vida, independientemente de los paréntesis de dolor, de una manera alegre o de una manera triste y les aseguro  que vivir con cierta alegría incluso sin ataduras no es mala fórmula para evitar en la mayor manera los dolores del alma.                              

                                                       Ferrán Aparicio

                                                   10 de mayo de 2016