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viernes, 10 de octubre de 2014

AUN ESTAMOS A TIEMPO

Hay hechos, situaciones, pensamientos, y multitud de sentimientos en que coincidimos todos los humanos y seres vivientes. Estoy hablando de la muerte.

Cuando coincidimos en un funeral de alguien más o menos cercano que nos abandona en el camino, reflexionamos comúnmente sobre la relatividad de la vida y como nos aferramos a ella sin ser consciente de que esto es un pasar, y debemos vivir en el presente.La gente en general madura mucho cuando se enfrenta a su propia mortalidad e incluso la visualiza; si es capaz de hacerlo y enfrentarse a un final, eso si: unos felices y otros no tanto bien por enfermedad o por ausencia de ella o en su caso por el ataque o avance de una enfermedad crónica que no tiene revés.

Ante la muerte la reacción de todos los humanos es similar y alcanza una variedad de emociones, como es de esperarse, la negación, el miedo, el enojo, remordimiento, más negación y finalmente la aceptación, pero en esta lucha cada persona comúnmente encuentra su paz antes de partir, pues es evidente que racionalizamos el haber llegado al final de un camino sin salida.

Lo que también es común o bastante común es el hecho de reflexionar del estado en que se encuentra nuestro nivel de satisfacción vital: si hemos tenido el coraje de vivir una vida fieles a nosotros mismos y no a la vida que los otros esperaban de nosotros, esto implícitamente desvela cuantos sueños no se han cumplido por trabas que nos hemos maquetado nosotros mismos por influencia de juicios ajenos.

Lo que es bien cierto que la salud conlleva una libertad de la que muy pocos se dan cuenta, hasta que ya no la tienen, olvidando muchos de los sueños que ha motivado la vitalidad de su propia vida.

El arrepentimiento de actitudes es también un hecho en común, como el anteponer el trabajo y un estatus ante un disfrute absoluto de la vida, lo que nos lleva a esa frase que me resuena ; “de gente rica esta lleno el cementerio”.

En general reaccionamos pensando en simplificar nuestro estilo de vida y tomar decisiones conscientes en el camino, reconociendo que es más rico quien menos necesita, y que la felicidad nos ayuda a estar más abierto a nuevas oportunidades y a un nuevo estilo de vida.

En definitiva los reproches oscilan entre reconocer nuestros sentimientos y expresarlos y el evitar una existencia mediocre y monótona, y reconociendo que muchas enfermedades se desarrollan como un resultado relacionado con la amargura y el resentimiento que cargan.

Todo el mundo pierde todo cuando se esta muriendo, desde su propia familia a lo amigos, desde el estatus a lo bienes materiales, es por ello que aún estamos a tiempo de regenerar la idea de que la vida no se compone de unos detalles físicos y ego-emocionales, sino de un estado de plenitud personal en el que la ausencia del miedo nos evita vivir fingiendo ante los demás, para finalmente darnos cuenta de que la felicidad es una elección y al final de todo se reduce al amor y las relaciones.

Ferran Aparicio
10 de octubre de 2014