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lunes, 27 de mayo de 2019

PERSPECTIVA

Cuando las cosas se miran en perspectiva, toman un cariz muy diferente. Han pasado los años y es muy grato recordar todos aquellos días en  que mi vida era diferente, porque actualmente mi visión de todo en conjunto, es extremadamente positiva. 

A nivel práctico, las cosas tampoco han cambiado demasiado, solo permanece la experiencia, que como la academia  española dice es un grado. Pero lo que de verdad ha sufrido un cambio importante, es nuestra mentalidad  y en especial la mía, que es la que noto cambiado con los años.

La pura  verdad, es que al final casi del camino, solo puedo decir que la perseverancia o tesón  han sido el motor del poder conseguir lo que me he propuesto, pues uno de los lugares a los que conduce el no conocernos a nosotros mismos, es caer en la trampa del quiero y no puedo.

Reconozco que durante años la presión social, el ambiente colectivo y el consumismo hacia el éxito y logro, me ha podido llevar a insistir en un camino que no está alineado con mis verdaderos objetivos y confundir la perseverancia y la confianza en uno mismo con el querer es poder, y la verdad es que siempre querer no es poder.

En un mundo ideal y justo, etapa  de la vida mental y física por la que hemos pasado casi todos, todos tendríamos los mismos derechos y oportunidades y deberíamos   seguir luchando por esta idea en el mayor grado posible, pero a estas alturas no podemos ser tan inocentes y hemos de ver que  la realidad dista bastante de estas pretensiones.

Muchas veces a pesar de perseverar, hemos de comprender que aunque queramos nuestras propias condiciones nos sitúan fuera del alcance de nuestras propias pretensiones y aunque podamos luchar y perseverar, hemos de ser conscientes que perseguir una meta inalcanzable solo conduce a una inmediata frustración.

Al final del camino solo se trata de simplificar los objetivos y clarificarlos en el sentido que estaremos más satisfechos si cumplimos aquello de conseguir lo máximo con el mínimo esfuerzo, que es el que nos queda después del camino recorrido , lo cual tampoco es cuestión baladí.

La experiencia nos convierte en seres congruentes con lo que hacemos y como vivimos en la mayoría de los casos, aunque excepciones pueden haberlas, y nuestra inteligencia emocional nos deriva a movernos con el tiempo, en una zona de desarrollo más próximo y real, lo que nos aporta una mayor e inmediata satisfacción, aprendizaje y  metas conseguidas a corto plazo.

Si lo traducimos a lo material, cada día que pasa necesitamos menos para vivir, pues centralizamos nuestro gasto, en aquello que realmente necesitamos. En lo personal  y lo profesional sucede lo mismo, buscamos caminos muy centrados que nos hacen crecer y disfrutar el trayecto que no nos hagan tener la vieja sensación de permanecer atacados o perdidos en el espacio y de tener la sensación de  haber perdido el tiempo.

Al final solo el tesón y la perseverancia, te dan la posibilidad y el poder de llegar más lejos, eso si rompiendo las reglas , innovando a tu medida y cambiando el modelo con perspectiva.

 Ferrán Aparicio
25 de mayo de 2019

lunes, 5 de febrero de 2018

LA DUDA

Se define la duda como  una indeterminación entre dos decisiones o dos juicios, sin embargo la duda puede llegar más allá por lo transcendental que puede ser en función de las circunstancias que la motiven.

En términos jurídicos de la misma forma que entendemos que “el que calla otorga”, conocemos la expresión “del beneficio de la duda”, lo cual te manifiesta que la duda no siempre tiene carácter negativo o peyorativo, sino que puede incluso ser beneficiosa.

Lo que está claro bien por qué lo hemos sentido o simplemente experimentado, es que la duda supone un estado de incertidumbre, puesto que donde hay dudas no hay certezas. En este sentido, la duda supone  un límite a la confianza ya que, donde hay dudas, no existe la creencia en la verdad de un conocimiento.

En sentido contrario la duda se  puede plantear como un conocido dicho que se deriva de lo relatado por el filósofo griego Platón sobre Sócrates, “sólo sé que no se nada”, si bien en el fondo plantea la duda de que se cree que sabe algo, mientras que no sabe. Por otra parte, yo, que igualmente no sé nada, tampoco creo saber algo.

La duda  se plantea como que no está diciendo que no sabe nada, sino que hace ver que no se puede saber algo con absoluta certeza, incluso en los casos en los que uno cree estar seguro. En éste sentido es cuando una duda es aceptada como ignorancia y  puede convertirse en una fuente de conocimiento ya que impulsa a la reflexión, el estudio y la investigación, lo cual no es cuestión baladí.

Hablando en voz alta y escribiendo al mismo tiempo, tenemos que dejar patente que existe lo que se conoce como duda filosófica y no es más  que  ese periodo en el que una persona, de manera absolutamente voluntaria, decide suspender el juicio con el claro objetivo de que pueda por sí misma llevar a cabo un proceso de coordinación tanto de los conocimientos que posee, como de sus ideas respecto a un tema concreto.

Por otra parte, no podemos obviar el hecho de que también es habitual que hablemos dentro del campo filosófico de lo que se conoce como desatar la duda. Concretamente con dicha locución verbal lo que intenta expresarse es que alguien está dándole solución a un asunto concreto.

Grandes filósofos han planteado que rechazar aceptar todo aquello de lo que pudiera dudarse desde un punto de vista racional, era falsear un raciocinio, pues al fin y al cabo, todos tenemos dentro una sabiduría infinita que es capaz de proporcionarnos la mejor vida posible, o al menos intentarlo desde la duda.

La duda vital es aprehender a confiar en esa sabiduría interior para poder  comenzar a introducir cambios en nuestra vida, todos sabemos que no somos las mismas personas en el tiempo, que vamos evolucionando, que nuestras circunstancias y necesidades vitales cambian y sólo se trata  de tener conciencia que necesitas un cambio, desde la dudad vital, pues al final  nos damos cuenta que esas cosas exclusivamente dependen de nosotros.

                                                             Ferrán Aparicio
                                                       5 de febrero de 2018