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martes, 5 de marzo de 2019

EL ARTE DE IGNORAR


Dicen que la indiferencia es el mayor desprecio, sin embargo el arte de ser sabio  consiste en ignorar con inteligencia.

Sabio no es aquel que acumula muchos conocimientos y experiencias, sino quien sabe utilizar de forma efectiva cada cosa aprendida y además, es capaz de ignorar todo aquello que no es útil, que no le permite crecer para avanzar como persona.

Vivir es al fin y al cabo economizar y saber qué es lo importante, no resulta ni justo ni necesario vivir en la presunción, en aquello que creemos sin tener juicio cierto que existe o se le supone.

La primera regla de la vida nos indica que la persona más sabía es aquella que sabe ser feliz  en cada momento y que es capaz de eliminar de su existencia todo aquello que le hace daño o que no es útil, o por lo menos lo intenta, pues circunferencialmente no siempre es posible imponer  nuestra voluntad.

El arte de saber ignorar, supone  ignorar, tal cual suena y se lee, valga la redundancia y  supone en muchos casos alejarnos de ciertas situaciones e incluso de personas, lo que en realidad es  una discriminación inteligente. 

Se supone que el principal objetivo de nuestras vidas es ser feliz en el aquí y el ahora, no como mito futurible, por lo que resulta  necesario adquirir una perspectiva no solo más positiva de las cosas, sino también más realista, por lo que el secreto se halla en priorizar en el momento.

Para aprender a establecer prioridades es necesario poner en valor nuestra vida circunstancial, dar a cada cosa que nos rodea su auténtico valor, en ese  acto consciente es cuando aprendemos el arte de ignorar como herramienta , aquello que realmente nos interesa relativamente nos interesa desarrollar  en función de nuestras necesidades y deseos.

El problema surge cuando distorsionamos la realidad con banalidades consecuencia del auto-engaño o falta de claridad exponencial y nos  cuesta elegir entre lo que es importante y lo que no lo es , creándonos un conflicto interno entre las cosas que queremos y las que sabemos que nos convienen, y quizás ahí este la clave de determinar qué es lo realmente prioritario y verdadero.

Todo lo circunstancial al final, antes o después es circunstancial y si lo pensamos  fríamente ha sido aquello que en nuestras vidas nos ha desviado del arte de ignorar.

Saber ignorar es un arte que puede llevarse a cabo con elegancia y sin llegar a extremos innecesarios, simplemente se trata de centrarnos en lo que nos interesa, en las personas y no en la gente y en establecer  que vínculos vitales  son  necesarios y los que no lo son , como siempre ,...sin más.

                                                               Ferrán Aparicio
                                                           5 de marzo de 12019

jueves, 20 de octubre de 2016

PARA QUE NADA NOS SEPARE, QUE NADA NOS UNA


Me resuena algo que leí hace tiempo, no sé si en concreto o como idea general, en alguno de los poemas de Pablo Neruda, que decía y transmitía algo como: “Para que nada nos separe, que nada nos una”, la verdad y nada más que la verdad, que cuando lo dices o lo lees, resuena la típica frase de enlace matrimonial que afirma que lo que ha unido Dios, que no lo separe, el hombre,.., en la salud y en la enfermedad y hasta que la muerte os separe.

Pero Neruda como poeta y transmisor de libertades sin coacciones, depuró la idea en sentido contrario, de una forma muy elegante; es decir si no nos une nada,.., nada nos separa, algo tan racional como pragmático,.., y la verdad es que no le falta razón.

Esta frase nos debería recordar que lo único que poseen dos personas es la relación que han decidido establecer de una manera voluntaria y recíproca, ya sea de amistad, sentimental, laboral u extensible a la de cualquier tipo.

En muchas ocasiones la clave está en no usar nunca esta seguridad si no el sentido literal de lo que pensamos o sentimos, para dejar de cuidar la base de esa posesión, pues nada fortalece tanto una relación como la certeza de que es frágil y nunca deben ser una obligatoriedad en contra del principio de libertad al que casi todos los seres humanos nos sentimos unidos y anhelamos, salvo error o excepción, que haberlas haylas.

Lo cruel es que parece que la sociedad se ha ido transformando en unas relaciones de dominancia donde muchas veces nos obliga a vendernos y a unirnos a algo que conscientemente estamos separados independientemente del sentido común y el orden natural, que de alguna forma nos vinculan.

También es cierto que del roce nace el cariño, sin roce es difícil que algo nos una, salvo por tu interés te quiero Andrés, es por ello que la unidad natural exige en cierta forma el tener una proximidad, tanto a nivel psíquico como físico, de pensamiento como de realidades, también por aquello de: “obras son amores y no buenas razones”.

Muchas veces y a parte de que nada nos separe, es importante estimular la mente con ideas que nos unan y que en cualquier aspecto o circunstancia sepamos qué es lo que queremos, por aquello de no bloquear nuestra capacidad de decisión y nuestra propia libertad, pero como advirtió Jacinto Benavente : “no hay nada que desespere tanto como ver mal interpretados nuestros propios sentimientos“ y es que no hay que confundir la razón con la pasión, ni la devoción con la posesión, pues cuando se habla de libertad, también se habla de sentimientos y conceptos, mayores.

Las ideas mueven el mundo, y tener claro que para que nada nos separe; que nada nos una, es reconocer que los individuos y las sociedades está expuestos a las pasiones de la codicia donde es más fácil no comprometerse que corregir situaciones y estructuras que causan la injusticia y los conflictos, por no hablar de sentimientos. 

En suma, todos nos merecemos una oportunidad y no hay mayor y común carencia que la carencia de querencia para salir del vacío, y para esto se precisa converger para estrechar, aunque nada nos separe y al mismo tiempo nada nos una.

Ferrán Aparicio
20 de Octubre de 2016