Es cierto y reiterándome en mis últimos posts, que todo el mundo tiene derecho a ser feliz, pero también es cierto y pensando versus en contrario que tenemos derecho a no amargarnos vitalmente, pues la amargura como algo no agradable, no lo es para la persona que la vive, sino que resulta contagiosa a todo con el que con ella convive por la toxicidad que produce.
Es por ello que uno de los
objetivos más claros que podemos tener es ser conscientes en que tenemos
derecho a darle el grado de
intensidad a la felicidad que nos
planteamos como objetivo, pero no tenemos ningún derecho a amargar al círculo
vital en el que convivimos como elemento contaminante.
Hasta aquí puede que todo el
mundo lo tenga más o menos claro y estemos todos más o menos de acuerdo, lo que
no podemos ni debemos estar de acuerdo es en la vanidad del arte de amargarse
la vida.
No vale en cualquier caso identificar
la amargura y toxicidad que desprendemos con la identificación del hecho que somos así naturalmente y no podemos
cambiar, porque comprendido esto, sólo en el cambio está nuestra oportunidad de
ser feliz, lo que en cualquier caso repercutiría en tu propia culpa el hecho de
no serlo.
Pero el problema de fondo
es cuando la amargura vital se corresponde
con ese tipo de personas que sienten demasiado todo, que padecen demasiado, que
se preocupan en demasía y eso les lleva a
dramatizar una vida gratuita de elección sin necesidad de sentir ni padecer y de no plantearse su
propia felicidad.
No se trata de dramatizar,
sino simplemente de entrar en un proceso de consciencia de lo que significa el
concepto y la esencia de las personas y las cosas, porque no es lo mismo el
sentimiento de frio, que la ausencia de calor o la oscuridad frente a la
ausencia de luz, solo en el planteamiento demostramos que con o sin condiciones
y con una mentalidad más amplia somos capaces de resolver las situación y es para vivir de la mejor manera posible,
felices en el tiempo y en el momento.
Tampoco todo el mundo tiene
las mismas necesidades ni prioridades en su vida para ser feliz, desde el último modelo de Dior, hasta la última versión
de un coche de alta gama, es por lo importante de que cada uno tiene que
centrarse en aquello, que realmente le hace sentirse bien y darle el giro a la ausencia
como defecto de existencia.
En esa nueva etapa donde nos
encontramos muchas personas, bien por edad, bien por convencimiento; la creencia racional de que no necesitamos
nada o por lo menos muy poco, es más evidente para estar bien y sentirnos
mejor, pues lo que en caso contrario lo
que hacemos es convertir nuestros deseos en necesidades.
La amargura vital como
concepto virtual es simplemente reconocer que todas aquellas situaciones contrarias de nuestra vida se
pueden ir neutralizando simplemente con el hecho de utilizar el recurso oportuno,
aunque sólo sea con humor positivo.
Ferrán
Aparicio
1 de julio de 2015
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