Hablar
de una grande y libre sin más, nos hace pensar a todas las generaciones
independientemente de su edad en la peseta.
Pesetas ha habido muchas,
aunque actualmente haya generaciones, que no las reconozcan, ni mucho menos a
los céntimos, pues realmente no los han usado.
Sin embargo, los que ya
tenemos una cierta edad, por suerte y primacía, nunca nos olvidaremos de las
más antiguas pesetas y de sus connotaciones, ya no sólo políticas sino
culturalmente coetáneas.
Además de las pesetas
estaban las famosas monedas de: cincuenta céntimos, la peseta, la de dos peseta
y media, la de cinco, los cinco duros, y la de cincuenta pesetas,
posteriormente salió la cien de plata que todo el mundo ansiaba tener como un
valor insospechable de poder y afirmación.
Hemos asistido a demasiadas
actuaciones nacionales, regionales, autonómicas y locales donde la corrupción,
los recortes, las denuncias y los impuestos, nos han manifestado cuantas cosas
pasan a nuestro alrededor. Hasta aquí nada de nuevo, las personas que no lean
periódicos, siempre tienen radio y si no cualquier televisión, cualquier medio
lo publica y nos vamos acostumbrando cada día a un nuevo titular, comunicando o
reportando lo que se delata en esa posición contradictoria a esa peseta, por la
que hemos luchados todos y que la como conocemos como: única, grande y libre.
No me explico como
persona, como español que soy , como seguimos resignados, mudos y cómplices y
vemos como el dinero de los contribuyentes, se distribuye sin entender que el
mandato se designa a servir a los ciudadanos durante el mandato que les dan a
estos señoritos, como si no pudiéramos hacer nada ante la situación en que
estamos viviendo ante esta recesión de
valores, principios constitucionales, sin pignorar como el dinero de los contribuyentes
se esfuma para pagar, abonar, disfrutar y tantos y tantos verbos que cabrían
dentro de esta frase para conseguir, favores, adjudicaciones fraudulentas y
para situarse en política como busca de un sillón y `perpetuarse en el poder
como servidores públicos, a costa del pueblo que es único elemento de la
constitución que determina como poder popular.
No me confundan como
ideología política, pues está de moda últimamente, pues seguramente se equivocarían,
simplemente utilizo la frase conceptual al margen de su contexto creador, para
expresar que el trabajo que realizan las personas con vocación de servir a los
demás desde una institución pública o privada, incluso mixta, busca el bien
común de los ciudadanos, la dignidad personal y colectiva y en definitiva y en
su punto más álgido, un estado de libertad y grandeza colectiva.
Es por todo
este discurso, el invitar a la reflexión en que el silencio de los ciudadanos
solo refleja una sociedad individualista, que obvia el subconsciente colectivo,
es decir, algo que todo el mundo sabe, pero ignora por su interés personal, por
desconocimiento o simplemente por no sufrir más de lo que corresponde.
No sigamos fingiendo que
todo está bien y que nada va mal, pues los emancipados por la transición y
desheredados por el bienestar, también merecemos un respeto y una dignidad
después de luchar apolíticamente por: una, grande y libre, sin resto, libertad
y justicia.
Ferran Aparicio