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miércoles, 5 de julio de 2017

IMPUNIDAD LEGAL


Llevamos una temporada donde parece estar de moda mirar de lado o al otro lado, a lo que ocurre en nuestra sociedad y parece que no nos afecte nada y es que  visto lo visto y  teniendo claro que la justicia no es igual para todos, pero si lo es la vida, pues al final todos acabamos en el mismo sitio, sin distinción de sexo o edad y mucho menos de categoría profesional o social, la impunidad legal lucha contra el concepto de honestidad.

Si hay algo que se opone como obstáculo a la honestidad es la impunidad. La impunidad demuestra de alguna forma que se pueden violar leyes y traicionar compromisos, sin que pase nada y muy a pesar del daño que se puede llegar a la sociedad.

La reacción más inmediata de este procedimiento, es que se produce una falta de estímulo y reconocimiento de las personas que cumplen con su deber y defienden sus principios.

La honestidad como espíritu de vida y principio ético, sirve para que todas las personas crean en ti y al mismo tiempo te permite estar tranquilo contigo mismo. La honestidad como práctica te permite siempre ser sincero, cumplir con tus compromisos y obligaciones sin engaños y evita que la crítica  afecte  negativamente a otros.

Las personas honestas son discretas ante las confidencias personales y secretos profesionales, tienen especial cuidado de los bienes económicos y materiales y son consecuentes con sus actos porque en ellos prevalece el sentimiento de la justicia.

Muy al contrario los presuntos impunes ocultan algo, y son los que propician las trampas y engaños, además de estar siempre en conflicto con ellos mismos y con los demás, además de  vivir de una manera ficticia en las apariencias del engaño.

Las personas con antivalores se deshumanizan y degradan  y se vuelven merecedores del desprecio, la desconfianza y el rechazo de los demás y recibe castigo de la sociedad además del castigo divino, independientemente de su aforo, pues al final la vida es para todo el mundo igual un comienzo, un desarrollo y un final como si de una obra de teatro se tratara.

En concreto podemos determinar que la honestidad es un valor humano que significa que una persona que la tenga no sólo se respeta a sí misma sino también al resto de sus semejantes, sin  olvidar tampoco otras características fundamentales como serían la franqueza y, por supuesto, la verdad. 

En conclusión, llegas a pensar que poseer dicha honestidad es algo imprescindible en la naturaleza del ser humano pues se convierte en pieza clave en todo tipo de relaciones, desde los círculos de la   amistad, en el seno de la familia, en la relación amorosa y de igual manera en cualquier tipo de relación social. 

Ferrán Aparicio        
5 de junio de 2017

lunes, 15 de febrero de 2016

PRINCIPIOS Y VALORES


Hay conceptos que plantean cierto parecido, se acercan, se alinean, incluso a veces se entre mezclan y al final se disuelven en una deformación, que muchas veces causan confusión como es el caso de los principios y valores.

Tal cual nos define la Wikipedia, un principio es una ley o regla que se cumple o debe seguirse con cierto propósito, como consecuencia necesaria de algo o con el fin de lograr un propósito.

Los Valores  son todas las cosas que proveen a las personas a defender y crecer en su dignidad y son de alguna manera perfeccionados por cada persona en función de su experiencia.

Sin embargo cuando los medios se subordinan a los fines en orden a una eficacia, el principio actúa como orientador de la acción, pero son los valores los que marcan el estilo propio de ejecutar la acción.

Por otra parte aplicar  los valores propios es una decisión netamente de la persona y no está obligado a ejecutarlo, es decir, cada persona es dueña de sus elecciones, y está en su juicio decidir si opta por ellos o no, sin embargo elegir y tomar acción sobre estos, tendrá un efecto de calidad extra en cada persona, eso sí, respetando y cumpliendo los principios generales que define la ética de una sociedad y que se suponen válidos para todos.

Aun así, otra manera de concebir los principios inherentes a un sistema o una disciplina es como determinar las características esenciales de un sistema, que los usuarios o personas asumen, y sin los cual no es posible trabajar, comprender o usar  y participar en dicho sistema.

Siempre hemos oído y de alguna manera aprehendido que todos tenemos una escala de valores y todos, por empatía, convicción o simplemente por convencimiento consideramos que hay cosas que defender por encima de todo y otras por las que no pasaríamos jamás.

Pues bien, al defender aquello que consideras importante vas a dejar clara tu postura y eso va a conseguir atraer a quienes piensan como tú, pero se callan por miedo, vergüenza o porque piensan que están solos, coincidiendo en principios y valores.

Sin embargo cuando el principio establece en la conciencia individual una norma de acción necesaria para la realización de un valor como último, incondicionado y universal, en sentido de un acto obligatorio, de manera determinante, consideramos un principio de eticidad básico y elemental, en lo que no entra el concepto de valor, simplemente es el cumplimiento de una norma que es igual para todo el mundo.

Cuando los medios se subordinan a los fines en orden a una eficacia, el principio actúa como orientador de la acción entrando los valores como medio  para  alcanzar ese objetivo, con un principio de racionalidad.

La concordancia entre ambos conceptos no es más que aceptar  la capacidad de gobernar y disciplinar a uno mismo mediante el uso de la razón una actitud justa y objetiva, y permisiva hacia aquellos cuyas opiniones, prácticas, raza, religión, nacionalidad, etc, difieren de los propios, interaccionando principios y valores.

                                                     Ferrán Aparicio

                                               15 de Febrero de 2016

jueves, 1 de enero de 2015

PRINCIPIOS Y VALORES


Reflexionando sobre aptitudes y actitudes, hechos y razones, y principios y valores  de este último año, me resisto a pensar que los españoles no sólo estamos  de mal humor ante tanto acontecimiento, sino que estamos empezando a perder el norte por el que hemos luchado la mayoría, en esa ansia de evolucionar hacia una libertad madura.

Cada día tenemos más medios de conocer noticias, contratarlas y ver como el efecto dominó va delatando las actuaciones de determinado grupo de personas sin principios ni valores, pues si los tuvieran no actuarían en contra de una sociedad plural que al fin y al cabo es soberana.

El problema es que un efecto dominó es imparable y va sacando actuaciones concadenadas que nos llevan al pasado lo cual nos demuestra cuán ingenuos hemos sido al confiar y creer en demasía en  determinadas personas o personajes.

El problema surge cuando estas actuaciones nos afectan y nos remueven entrañas y sentimientos y reaccionamos con nuestros grandes talentos en defensa de nuestros propios principio cayendo en el trapo rojo de la respuesta del desgaste.

Ni las circunstancias económicas, ni nuestro estado de tranquilidad nos ayudan a replantear con serenidad esos pasos con que reaccionar ante esta situación y que no nos afecte a aquello más susceptible de ser atacado que es nuestro ”yo” personal, envuelto por nuestros principios y valores, que al fin y al cabo es lo que nos da y motiva en la transcendencia individual y social.

Es por ello que debemos reflexionar o al menos yo lo intento, de como salvaguardar esos principios y valores  que constituyen nuestros propios pilares  para el desarrollo de todas las facetas de nuestra vida del contexto en el que estamos viviendo, separando lo que es propio  y lo que es ajeno como medio de no afectar nuestra propia integridad.

Todos sabemos o al menos intuimos que los principios son normas que nacen de nosotros mismos bien por aprendizaje individual, bien por nuestra experiencia grupal en nuestra interacción con nuestros medios, mientras que los valores son códigos morales que suelen pertenecer a una sociedad y condiciona el desarrollo de que esta tenga. El problema surge cuando los valores se contaminan y afectan a nuestros principios, entonces es cuando hay que reaccionar.
El proteger esos principios y valores implica una doble actuación, por una parte de revisión desechando aquellas creencias limitantes sobre nosotros mismos y por otra parte de evolución en el camino de nuestra propia discrecionalidad sin afección de los agentes exteriores contaminantes.

Somos aquello en lo que creemos y no podemos renunciar a nuestros principios y valores, pues renunciaríamos a nuestras convicciones, con lo que consecuentemente rechazaríamos de pleno el relativismo que conlleva contemporizar con nuestras actitudes y acciones aquello que creemos. Les animo a asumir y proteger sus principios y valores, pues si los pierde se van a perder a ustedes mismos y lo que se va ya no vuelve, por definición.

                                                         Ferrán Aparicio
                                                     1 de enero de 2015