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jueves, 5 de mayo de 2016

HABLANDO DE SOLEDADES

El otro día cayó en mis manos uno de esos decálogos que van transmitiendo los secretos para una vida, como si sencillo fuera vivir, como un tres en uno, que sirve para todo o casi todo y cada uno de los problemas que se nos presentan diariamente y la verdad que me hizo reflexionar sobre las trascendencia de la vida y las decisiones que un día u otro por necesidad, omisión o simplemente por sentido común, tenemos que tomar, todos los que nos sentimos los humanos.

Siempre me he preguntado por qué me gusta la soledad y la verdad que hay muchos motivos y en especial cuando ya has vivido con demasiado ruido en todas y cada una de las situaciones y etapas que todos tenemos en la vida y al final te das cuenta que necesitas respirar de vez en cuanto en tu propio ambiente.

La verdad que la situación de soledad no es cuestión de edad o a lo mejor sí, en cuanto que cada día nos hacemos más selectivos y apreciamos el sentido del silencio como algo sobrenatural en el mundo de la naturaleza que nos rodea y sobretodo porque nunca nos sentimos en absoluto silencio pues al menos nuestra respiración nos acompaña en todo momento, hecho que en contrario, sería mal asunto para el que reflexiona sobre la soledad y el silencio.

La cuestión es que la sociedad y el mundo de la filosofía y en especial la psicología clínica ha empezado a cambiar el concepto de la soledad como concepto de un diagnóstico claro de una variante de la depresión, para catalizar la idea del individuo como ser perfecto en habilidades que puede activar el individuo solo consigo mismo sin necesidad del rechazo o aprobación de los demás.

Soledad en términos sociales significa estar solo sin acompañamiento de una persona u otro ser vivo, pero también hay que reconocer en el origen su etimología como la propia elección como individuo libre al impuesto por la sociedad por alguna traba personal social o simplemente una enfermedad.

En este sentido Arthur Schopenhauer, sostenía que «la soledad es la suerte de todos los espíritus excelentes.» y es que la soledad como instinto básico es necesaria porque nos permite descubrirnos quienes somos y que necesitamos.

En cualquier caso y en el caso que uno no acepte la soledad como el antídoto del ruido extremo en todos sus niveles y extensiones, vivir acompañado es el mejor antídoto contra la soledad, como lo es aun viviendo sólo utilizar los medios posibles para mantener y tener relaciones de una forma periódica.

Otros antídotos de cualquier decálogo versan sobre la actitud de mantenerse activo durante el mayor tiempo posible aprendiendo y compartiendo cosas nuevas a lo largo de una vida, eso sí solo o acompañado según de la actividad que se trate, pero en definitiva sólo se trata de hablar de soledad profundizando en uno mismo para detectar los motivos de nuestro sentimiento de soledad.

                                     Ferrán Aparicio
                                  5 de mayo de 2016




lunes, 10 de agosto de 2015

SILENCIO


He oído decir a  gente por decir algo,  aquello como  que es preciso perderse para escuchar. La verdad es que no estoy muy de acuerdo si bien muchas veces tengo la sensación que aún  perdiéndose o separándose del mundanal ruido, no se obtiene un absoluto silencio.

El silencio como tal tiene muchas formas de expresión desde la típica expresión judicial que dice que el que calla otorga hasta no hay oídos para quien no quiere escuchar, pero lo que sí que está claro, es que es preciso hacer el silencio en la escucha y en la mirada para descubrir las formas del silencio.

El silencio puede manifestarse en muchas variantes y formas desde lo escrito como nota musical que se escucha hasta la reciproca nota que le sigue y que figura como una pausa, hasta el de la comunicación no verbal.

En lo formal la propia respiración nos genera esperas de repuesta en lo que percibimos, mucho más notables son aquellas en la que decimos me quedé helado con lo que oí,…, respirar es un hueco en el que el silencio que se percibe internamente en la expiración.

En ocasiones el silencio se convierte en una pausa cargada de intención, donde desde el suspirar refleja bien un descanso o aritmia de nuestro corazón o simplemente capta la atención de una intención prefijada que puede genera expectativas, sorpresas,…, en definitiva un montón de situaciones y sentimientos.

La multitud de interpretaciones que puede tener o representar el silencio es infinita, pero en general bien responde  a las indecisiones que van cogiendo una forma o una representación y es lo que anuncia su contenido lo que hace del silencio una efectividad mayor.

Lo que parece tan fácil explicar  cómo concepto, es decir el silencio como la ausencia de sonido y que coincide en cierta forma en cuanto que la palabra silencio proviene del latín: “ silere”, callar estar callado, demuestra que lo que calla es la intencionalidad de algo, pues en la escucha del silencio hay una intencionalidad de escuchar la ausencia de cualquier sonido, incluso de nuestra propia respiración.

No es fácil expresar esas dicotomías conceptuales que el concepto de silencio produce en su entendimiento, pero resulta más fácil comprender que atender al silencio es escuchar lo que usualmente se nos escapa por exceso de ruido y se nos pasa desapercibido.

Quizás y sólo quizás, con ruido o con silencio lo importante es centrarnos en lo que nos dicta nuestro intelecto, como en la música compuesta por sonidos y pausas que armoniosamente expresan un sonido que se dirige hacia lo que se quiere expresar y en nuestro caso hacer o escuchar.

Les recomiendo como siempre aprender a escuchar, no sólo en su vida diaria sino también en su vida interior, pues se trata de aprehender y no tapiarse los oídos con unos sonidos prefijados atendiendo simplemente a todos los sonidos que se acallan con la palabra silencio.

                                                                  Ferrán Aparicio
                                                             10 de agosto de 2015