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miércoles, 1 de febrero de 2017

DIOS ESCRIBE DERECHO CON RENGLONES TORCIDOS


Llevo tiempo dándole vueltas a la idea de que ya peino alguna cana y todavía no me enfrentado al hecho de hacer testamento. La pura verdad, es que el mejor testamento  es transmitir la idea a quien corresponda,  cuando ya no estés aquí,  que al final de tu vida te has encontrado a ti mismo, descubriendo que todo lo que querías ser ya lo eres o has sido y  lo que querías tener ya lo tienes o tenido y que la vida se vive en cada instante a tu servicio y no cuando descansas finalmente en paz.

Todos más o menos sabemos  que si  hay testamento, y en caso que alguien desconozca su existencia o ubicación o emplazamiento , pues de momento no lleva chip incorporado, el registro les informará de cuándo se otorgó y ante que notario: los herederos deberán dirigirse a este profesional para obtener una copia. 

Después, será preciso proceder a la partición de la herencia siguiendo las últimas voluntades del difunto... y respetando lo que establecen las normas respecto a las herencias legítimas, pues hay una serie de personas que son herederos forzosos, que sólo pueden ser desheredados por motivos muy graves y justificados.

Si no hay testamento, el reparto de los bienes del fallecido se hace según la ley, siguiendo el orden establecido. Si no hay familiares, la herencia pasa al  “Papá Estado”. Hasta aquí las cosas están más o menos claras, el problema surge  cuando en ausencia de relación, emparejamiento y línea de sucesiones,.., plantearse  lo que le apetece hacer a cada uno.

Cuando uno se enfrenta a la ardua tarea de hacer testamento, por una parte está asimilando que nadie es susceptible de ser eterno y por otra parte intuitivamente que se halla en primera fila de tiro, lo que hace de alguna forma enfrentarse a sus preocupaciones más íntimas y sacar de si lo que quiere para ese momento, el de su partida, como siempre, sin más, pero con alegría.

Es cierto que cada uno es dueño de sus bienes y derechos, el problema es cómo resolver dentro de uno mismo su propia voluntad y de la legislación vigente, contando que de que todo lo que has dedicado a cultivar, organizar y crear durante un sinfín de años, con sangre sudor y lágrimas, como lo alargues otorgándolo en varios grados de consanguinidad o ningún grado específico, hacia la persona o personas que te hayan sido fieles colaboradores en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte te separe y no esté bien organizado, prepárate que llegará “papá estado” y se quedara con todo o casi todo por no haber sido diligente en tu decisión.

Muchas veces no queda más remedio que acudir al profesional que en este caso se trata de notarios y explicar cuáles son tus últimas voluntades , para alejado de un testamento normal, te ayude a encontrar dentro de tí mismo, tu propia voluntad. 

Quizás el secreto es conocerse a uno mismo y haber alertado a los posibles herederos de  cuáles son tus intenciones manifiestas, pues una vez conocido y convencidos  del contenido y de que  donde no hay voluntad, nada  se puede  sacar,  no hay necesidad de  dejar un sabor amargo en alguno de los receptores de esa voluntad, que no habría sido tal si se hubiese brindado una explicación o una realidad existente.

Al final como decía un conocido notario,  con un testamento bien enfocado y explicado, se puede lograr muchas más cosas, pues en su contenido está la clave como instrumento de expresión  y de educación de los herederos y de transmisión de valores y convicciones íntimas del testador. 

Testar solo es otorgar derechos, sin controlar las futuras  decisiones que sobre el patrimonio que se recibe; lo cual implica un alto grado de libertad, que con ello el testador descansará en paz.
                                                           Ferrán Aparicio
                                                     1 de Febrero de 2017