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jueves, 1 de febrero de 2018

INDIFERENCIA VITAL

Dice el refranero popular que no hay mayor  desprecio que la indiferencia y si lo piensas fríamente es bien cierto, si bien no es una cuestión baladí, por los efectos que produce  tanto en la persona que la emite como la que la recibe.

La  ley del hielo es un recurso muy utilizado por personas que aparentemente gozan de un gran autocontrol y presumen de ser racionales antes que intuitivos y constituye un ejercicio de violencia pasiva, pero también es cierto que la indiferencia nos protege de la toxicidad de personajes que no personas, que nos afectan con su conducta, desde un punto de vista emocional.

La indiferencia vital es a veces un recurso emocional que tiene como definición conceptual a ese conjunto de comportamientos que tienen por objetivo ignorar al otro, si bien en algunas ocasiones, la víctima de este tipo de conductas ignora dicho conflicto, precisamente porque el otro no se lo ha expresado abiertamente.

La indiferencia vital tiene ese doble efecto por una parte de protección y por otra de afección, según el objetivo que queramos conseguir, pero en cualquier caso puede causar graves efectos en el otro y en caso contrario a nosotros mismos, si no nos protegemos de las amenazas del agente tóxico.

Lo que es bien cierto que aplicada con intencionalidad puede llegar a vejar a los demás y no representan nada positivo para una relación, aunque en el fondo es algo deseado intencionalmente.

La persona a quien otro le aplica la ley del hielo  o el estado permanente de indiferencia, puede llegar a experimentar sentimientos negativos muy intensos, devaluándolo personalmente e incluso anulándolo en el marco de un silencio duro y crudo, que la víctima no sabe finalmente interpretar.

La indiferencia es asociada al silencio, pero el silencio es sano cuando hay mucha exaltación y se hace necesario hacer una pausa antes de agravar lo que sucede, pero  cuando se usa como medio de control o de castigo, se convierte en abuso.

La indiferencia está asociada a la insensibilidad, el desapego o la frialdad y no hay que confundir la indiferencia con ser indiferente. Si somos indiferentes es que no nos importa nada, si bien nunca es posible conseguir aislar nuestras emociones de esta manera.

La vida está llena de momentos y circunstancias en la que optar por mostrarnos indiferentes no siempre es lo mejor, pero nunca podemos dejar de sentir y también podemos aplicar esa indiferencia vital para protegernos de la toxicidad.

 Al final de la vida cuando vas peinando canas, te das cuenta  que tanto la indiferencia como ser indiferentes, son un recurso que nos permite elegir unos estímulos para sentirlos o simplemente para apartarlos de nosotros.

                                                       Ferrán Aparicio

                                                 1 de Febrero de 2018

domingo, 30 de octubre de 2016

OLVIDO

No sé si porque me estoy ya haciendo mayor y peinando alguna que otra cana, bien porque no como rabos de pasa, pero el olvido está cada día más presente en vida diaria.
Lo mejor de todo es que el olvido como concepto es en realidad y desde un punto de vista de psicológico, la  plasmación interior y exterior, posterior al perdón, lo cual ya es difícil pues hay una vieja frase, que de vez en cuando se oye  que es: perdono pero no lo olvido, que al fin y al cabo ratifica el proceso racional y conceptual.

También es importante diferenciar los conceptos y entenderlos, con nuestra actitud ante la vida, pues una cosa es olvidar y otra recordar desde  la propia experiencia y sabiduría,  y desde la perspectiva del tiempo, generalmente se formaliza desde el recuerdo de lo vivido.

Quizás en el olvido se debe depositar todo aquello que de alguna forma u otra nos ha supuesto un agravio y que en principio no nos aporta ningún beneficio independientemente de la experiencia que nos ha aportado que no debemos recordar pero si considerar.

Muchas veces el olvido es despiste o falta de importancia a algo que realmente no nos preocupa pero otras veces establece la condición sin la cual no se puede continuar para salir del sufrimiento que nos produce y otorga el rencor almacenado.

En el tiempo el  olvido, es vivir el presente y proyectarnos al futuro, sin más, pues olvidar al fin y al cabo es no dejarse anclar en el pasado.

Pero olvidar también genera un sentimiento placentero que hay que experimentar de una forma solidaria con uno mismo pues al fin y al cabo somos los primeros beneficiados en sus consecuencias inmediatas  en cuanto que desaparecen del presente y se impide su proyección en el futuro.

Todos y digo todos tenemos cosas que no perdonamos y consecuentemente no olvidamos y pensándolo fríamente solo manifestamos una muestra de intolerancia contenida hacia nosotros mismos que no lleva más que acumular rencores y problemas posteriores.

Al final de todo, la pócima de la felicidad, resulta mucho más sencilla de lo que nos parece y en relación al olvido, sólo se trata de no volver a prestar atención a algo que pasó y nos afectó de alguna manera.

También es cierto que independientemente de que se olviden los agravios recibidos no hay que olvidar y valga la redundancia, que no podemos seguir contagiándonos de la toxicidad de las personas, situaciones, hechos y amores que son buenas razones que propiciación y generaron la situación de la separación, anulación u olvido.
  
Olvidar no requiere ningún procedimiento, es tan simple como ser consciente de que tenemos derecho a vivir, lo que nos pertenece como propio derecho, como siempre,.., sin más.
                                                               Ferrán Aparicio

                                                           30 de Octubre de 2016

miércoles, 10 de agosto de 2016

LADRONES DE ENERGIA

No sé si es el calor del verano o la falta de una placenteras vacaciones, pero la verdad es que en esta etapa me siento algo más cansado o dicho de otra forma con falta de energía, lo que como siempre me ha hecho pensar en cómo utilizar correctamente los recursos que cada uno dispone como es la energía vital que es personal y como siempre intransferible.
Hay veces que de una manera natural buscamos la sabiduría más allá de la racionalidad a través del autoconocimiento interior o simplemente a partir de determinadas acciones y reacciones que como pautas nuestro cuerpo y nuestra mente nos va transmitiendo.
Pero la simple idea que todo los que nos rodea, incluyéndonos a nosotros mismos y lo que sentimos, son sólo construcciones mentales y por tanto en la medida de que nos abramos a una mente sana y sincera es ya un paso para no perder la energía que tenemos y acceder a un mundo controlado de ser consciente plenamente de lo que cada uno somos, simplemente con el hecho de vivir el momento y el lugar donde acontecen las cosas.
Es bien cierto que todos tenemos en función de nuestra forma de ser, estado de  salud y edad, por decir tres variables de partida y  una carga de energía asignada en un momento dado y es nuestra responsabilidad el utilizarla conscientemente y correctamente, por aquello de no perder la energía en algo que no nos aporta nada y puede incluso tildarse de vanal o simplemente innecesario.
Y ahí está el centro de la cuestión que sólo  consiste, en analizar cuáles son nuestro ladrones de energía que van desde personas que solo irradian negatividad a remordimientos no asimilados por errores u excepciones cometidas que ya no tienen solución en el tiempo presente.
La consciencia del aquí y ahora, revela un estado de plenitud de saber reconocer  aquellas cosas que puedes delegar y prefieres no hacer, así como dedicar el tiempo a lo que te hace feliz y disfrutas, pues muchas  veces la rutina nos lleva por el camino de las nimiedades y sólo nos aleja de lo que es significante en nuestra vida.
Respecto a otros  ladrones de energía de orden material que no personal, son cosas tan básicas como el espacio de cosas  y enseres que nos rodean, el otro oía algo que me llamo la atención y es que con cierto orden sólo se trabaja la mitad y me hizo pensar que para la vida misma es algo parecido el orden  y la organización son factores que nos aportan una tranquilidad vital en general salvo síndrome de Diógenes crónico y adquirido.
La naturaleza, tiene ritmos y tu vida también nada te hace perder más energía que el resistir y pelear contra una situación que no puedes cambiar. Al final sólo se trata de darte permiso para descansar si estás en un momento que lo necesitas y darte permiso para actuar si estás en un momento de oportunidad.
                                                           Ferrán Aparicio
                                                  10 de Agosto de 2016


viernes, 25 de marzo de 2016

ENVIDIA COCHINA


Hay términos y vocablos conjuntos que cuando por causalidad aparecen en mi vida, me siguen sorprendiendo y este es el caso, el de envidia cochina. El término no tiene desperdicio, pues por una parte recalifica el propio contenido de lo que supone la envídia a todos los niveles en la vida y lo mezquino  que resulta su ejercicio natural, en cuanto al término cochino.

La envidia surge cuando nos comparamos con otra persona y concluimos que tiene algo que nosotros anhelamos. Es decir, que nos lleva a poner el foco en nuestras carencias, las cuales se acentúan en la medida en que pensamos en ellas.

Lo peor que genera  la envidia como acto recreativo es que nos regenera  y crea el complejo de inferioridad simplemente por la idea que  de pronto sentimos que somos menos porque otros tienen más, aspecto muy equivocado para los que ya buscamos el minimalismo como sistema de vida por aquello de que es más rico quien menos necesita y por aquello que se ha puesto tan de moda de que menos es más.

Es destacable  el conjuro de negatividad que con lleva el término y la acción de la envidia, pues en cualquier caso somos  en muchas ocasiones incapaces de alegrarnos de las alegrías ajenas de la misma forma que no somos muchas veces capaces de entristecernos por las tristezas ajenas.

En el fondo nadie es susceptible de haber sentido la envidia aunque sea de una forma sana y no cochina alguna vez en su vida y es que la envidia como actitud suele ser un espejo donde reflejamos nuestras propias frustraciones. Sin embargo, reconocer nuestro complejo de inferioridad es tan doloroso, que necesitamos canalizar nuestra insatisfacción juzgando a la persona que ha conseguido eso que envidiamos.

La trascendencia de la envidia cochina consiste en el hecho de transformarla en envidia sana  dejando de añorar el éxito ajeno para comenzar a admirar y aprender de las cualidades y las fortalezas que  han permitido a otros alcanzar sus sueños.

El secreto  es muy simple y sólo se trata o bien de simplificar querencias de carencias o en su caso contrario  transformar lo que nos destruye por codicia en lo que admiramos, construyendo a través del ejemplo externo. Al final todo es tan fácil como dejar de  luchar contra lo externo, y utilizar la misma energía eso si positiva para  para construirnos por dentro.

La envidia, la de verdad, siempre es cochina, envidia no solo de querer lo que el otro tiene, sino de ansiar que él no lo tenga, llegando al concepto  en su máxima expresión, la que sentimos por aquello que no podemos alcanzar y hacia aquellas personas a las que no soportamos.

La envidia en un sentimiento, es una energía y, como toda energía, produce cambios en la realidad, es por ello que detectar aquellas personas que se sienten atraídas por las cualidades de otra y van llenándose de su energía es un objetivo claro y como siempre líbrese de su peor enemigo que del mío ya me libro yo.

                                                               Ferrán Aparicio

                                                            25 de marzo de 2016

 

 

 

 

 

 

  

 

lunes, 1 de febrero de 2016

COSTUMBRES PERFECTAS


Dicen que existen modus vivendi, es decir lo que vulgarmente se llama costumbres o rutinas de vida, que ayudan a acercarse al éxito y por eso se les tilda como perfectas.

Yo a pesar de ser algo escéptico no estoy muy de acuerdo en relacionar costumbres y éxitos, simplemente me apoyo en la vida de Santa Teresa de Jesús, por decir un simple ejemplo.

Dicen también que las personas que han llegado muy lejos en la vida, lo han conseguido debido a unos planteamientos ciertos, de hábitos sólidos y principios básicos fuertes, y a eso le llamo yo, perseverancia en el camino del éxito.

El mito del éxito muchas veces sin engañarnos demasiado simplemente se trata de la idea feliz de estar en el sitio adecuado y en el ambiente adecuado, independientemente de las decisiones que tomes en el camino de tu vida, y adquirir hábitos y rutinas y costumbres sanas, independientemente que la excepción no confirma la regla por hablar de algo o alguien hablaríamos de zorbas el griego, por ponerles otro ejemplo.

Quizás el problema radica en tener costumbres sin ser conscientes de ello, más bien como un estilo de vida propio que te beneficia a todos los niveles en la vida.

Dicen también algunos autores que no debe asociarte el dinero con el éxito, sin embargo todos tenemos claro que el dinero puede ayudarte a tener más oportunidades, tener menos preocupaciones y estar más conectado contigo mismo a la felicidad, a la paz interior incluso a las acciones positivas que te redirigen al éxito.

También es cierto que nada surge por casualidad, el método, tener claros los objetivos y metas, que en cualquier caso no es cuestión baladí, ayudan a llevar un camino con un rumbo claro y conciso.

Aunque muchos tenemos claro, que la perfección no existe y que se alcanza casi de una forma constante en el camino, queda claro que desarrollar y alcanzar los objetivos es una tarea que permite mejorar tuis resultados y en el fondo sentirte satisfechos en ese camino al éxito.

Otra costumbre perfecta, en cualquier ámbito y objetivo, es no centrase en cosas y personas negativas, la toxicidad si existe, solo basta que ingieran algo contaminado para saber cuál es el resultado físico de esa acción.

Como todo en la vida simplemente se trata de tenerlo claro, teniendo en cuenta que también el fracaso es una parte del juego y del crecimiento personal, pues aún siendo un virtuoso en cuanto a costumbres se refiere, los contratiempos y errores como oportunidades de una acción sirven para enderezar aquello en lo que nos hemos equivocado.

Como siempre y teniendo que una costumbre es algo que se hace habitualmente de una forma inconsciente les animo a transpolarlo a su lado consciente, al menos para saber que no se están equivocando.

Ferrán Aparicio
1 de febrero de 2016









viernes, 25 de septiembre de 2015

INMOVILIZACION AFECTIVA


Muchos son los autores que definen la palabra inmovilización como el indicador de las emociones negativas.

Es cierto que vivimos en unos tiempos donde sobrevivir a la negatividad ya es un reto, bien por toxicidad ambiental, bien porque las circunstancias no favorecen la actitud positiva, ya que las circunstancias nos van marcando sentimientos de rabia, hostilidad, timidez y otros sentimientos de lo más variopinto.

Sin embargo y dentro de una actitud positiva, la medida de esos sentimientos sin darte cuenta, te inmovilizan y  debe ser un indicador para poder reaccionar a favor o en contra de ellos.

La inmovilización puede oscilar entre una acción total o la reacción controlada. Sin embargo hay que comprender que la inmovilización como tal, es un estado  en  mayor o menor medida que imposibilita  el funcionar al nivel que quieras funcionar.

Detectado el estado  no vale la pena seguir hacia adelante y simplemente se trata de no parar pero aquietar y marcar nuevos rumbos.

En general y como es lógico  todas las emociones negativas provocan un estado de inmovilidad que es como un estado de carencia de querencia del alma que no se encuentra en estado natural.

La forma de evitar las inmovilizaciones es vivir el momento presente, sin predicciones, ni recuerdos, sin marcar emociones futuras, ni recuerdos de es estar en el pasado, aunque sólo sea de referencia.

Las cosas llegan cuando tienen que llegar pero en cierta forma tenemos que ayudar a que lleguen sin sentirnos inmovilizados por sensaciones negativas.

Cuando nos adelantamos en el tiempo, vivimos unas sensaciones ilusorias que lo único que producen son una desilusión emocional pues resulta difícil el controlar todo cuanto puede ocurrir en el tiempo.

Todo el mundo conoce la frase anónima  que muchos autores han parafraseado que dice: que hay que vivir como si fuera el último momento de tu vida, no hacerlo es una equivocación, pues nos arrepentirnos en cualquier caso de lo que no hacemos, no de lo que realmente decidimos hacer.

 Por todo ello se trata de valorar los momentos presentes y de una forma positiva y proactiva pues si los desperdiciamos con actitudes auto frustrantes los habremos perdido para siempre.

La inmovilización afectiva nos puede llevar poco a poco a una depresión o una ansiedad anticipativa, pues carecemos de recursos para salir de ella si no la detectamos y abortamos las actitudes negativas para nuestro sistema afectivo.

 Los que en cierto momento abrimos la puerta a la depresión, sabemos que una vez abiertas estas nunca se cierran, por eso les animo antes de tomar una posición a revisar sus esquemas, porque en cualquier caso vale más la pena siempre vivir el momento que estar inmovilizado.

                                                           Ferrán Aparicio
                                                 25 de septiembre de 2015