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martes, 1 de marzo de 2016

VANIDAD DE VANIDADES




Formamos parte de una sociedad que por inercia tiene a condenar el talento y éxito de los demás, por no decir de cualquier acción de que por sí misma difiera como única y exclusiva, y en el fondo sólo se trata de una simple envidia, por aquello de que al final todo concluye justificativamente en aquello de vanidad de vanidades,.., todo es vanidad.

Muchas veces la envidia actúa en doble sentido, bien porque anhelamos lo que vemos reflejado en los demás, bien porque paraliza el progreso que genera no encajar, nuestra propia opinión, con la opinión que tiene la inmensa mayoría de cualquier cuestión que se nos presente.

Pero en ambos extremos el nexo común al procedimiento común, es el temor a diferenciarse del resto y no ser aceptado, lo cual si bien es humano, nos frena en nuestro propio desarrollo como personas.

El problema surge cuando en el proceso de aceptación social, la conformidad nos obliga a encajar en la opinión de la mayoría, por aquello de estar integrados en el pseudo intelecto colectivo, desvirtuándonos de nuestros propios principios y de nuestro propio camino.

Al final uno llega a pensar que por muy libres que nos sintamos o consideremos estamos mucho más condicionados de lo que creemos, simplemente por el hecho de tener miedo a equivocarnos o a ser el elemento discordante del grupo de cohabitamos.

En el fondo de la cuestión me planteo si realmente es un problema de autoestima y confianza en nosotros mismos o simplemente del famoso lema, del que calla otorga, del cual siempre he pensado que el que se calla se calla…. y no otorga nada.

El formar parte de una sociedad, de un grupo no nos obliga a pensar a igual que la mayoría de las personas que lo integran y no mantener nuestro propio criterio, sino simplemente a respetar el sentido común de los demás, eso sí,.., sin condenar el talento y éxito ajeno.

Todos formamos parte de una sociedad y lo que queda claro que todos los seres humanos, por humanos que somos, tenemos una grandeza de espíritu, y que debemos de alguna forma permitir que brille nuestra propia luz que al fin y al cabo es la que nos alumbra, como permitir a los demás hacer lo mismo con la suya.

Aunque muchas veces y con los tiempos que corren la presión social sea un obstáculo insalvable en nuestra vida cotidiana que revela una lucha de poder y protagonismo, lo que nadie nos puede quitar aunque estemos callados, es lo que la vida nos otorga y es la capacidad para decidir nuestra propia opinión y tomar nuestro propio camino, aunque al menos sea por aquello de que vanidad de vanidades,…, todo es vanidad.


                                                                 Ferrán Aparicio
                                                             1 de Marzo de 2016