Reflexionando
sobre aptitudes y actitudes, hechos y razones, y principios y valores de este último año, me resisto a pensar que
los españoles no sólo estamos de mal
humor ante tanto acontecimiento, sino que estamos empezando a perder el norte
por el que hemos luchado la mayoría, en esa ansia de evolucionar hacia una
libertad madura.
Cada
día tenemos más medios de conocer noticias, contratarlas y ver como el efecto
dominó va delatando las actuaciones de determinado grupo de personas sin
principios ni valores, pues si los tuvieran no actuarían en contra de una
sociedad plural que al fin y al cabo es soberana.
El
problema es que un efecto dominó es imparable y va sacando actuaciones
concadenadas que nos llevan al pasado lo cual nos demuestra cuán ingenuos hemos
sido al confiar y creer en demasía en determinadas personas o personajes.
El
problema surge cuando estas actuaciones nos afectan y nos remueven entrañas y
sentimientos y reaccionamos con nuestros grandes talentos en defensa de
nuestros propios principio cayendo en el trapo rojo de la respuesta del
desgaste.
Ni las
circunstancias económicas, ni nuestro estado de tranquilidad nos ayudan a
replantear con serenidad esos pasos con que reaccionar ante esta situación y
que no nos afecte a aquello más susceptible de ser atacado que es nuestro ”yo”
personal, envuelto por nuestros principios y valores, que al fin y al cabo es
lo que nos da y motiva en la transcendencia individual y social.
Es por
ello que debemos reflexionar o al menos yo lo intento, de como salvaguardar
esos principios y valores que
constituyen nuestros propios pilares
para el desarrollo de todas las facetas de nuestra vida del contexto en
el que estamos viviendo, separando lo que es propio y lo que es ajeno como medio de no afectar
nuestra propia integridad.
Todos
sabemos o al menos intuimos que los principios son normas que nacen de nosotros
mismos bien por aprendizaje individual, bien por nuestra experiencia grupal en
nuestra interacción con nuestros medios, mientras que los valores son códigos
morales que suelen pertenecer a una sociedad y condiciona el desarrollo de que
esta tenga. El problema surge cuando los valores se contaminan y afectan a
nuestros principios, entonces es cuando hay que reaccionar.
El
proteger esos principios y valores implica una doble actuación, por una parte
de revisión desechando aquellas creencias limitantes sobre nosotros mismos y
por otra parte de evolución en el camino de nuestra propia discrecionalidad sin
afección de los agentes exteriores contaminantes.Somos aquello en lo que creemos y no podemos renunciar a nuestros principios y valores, pues renunciaríamos a nuestras convicciones, con lo que consecuentemente rechazaríamos de pleno el relativismo que conlleva contemporizar con nuestras actitudes y acciones aquello que creemos. Les animo a asumir y proteger sus principios y valores, pues si los pierde se van a perder a ustedes mismos y lo que se va ya no vuelve, por definición.
Ferrán Aparicio
1 de enero de 2015