Reiteradamente resuena
el hecho de que ya somos muchos, los que reconocemos que gracias a las redes de
comunicación, el mundo de la comunicación ha avanzado muy rápidamente en los
últimos años. Lo que también empezamos a tener claro otros tantos, es que
gracias a la difusión social en masa, la gente empieza a tener un pensamiento
único, no sé si por acción o reacción, pero lo que sí se denota, es una ausencia
de la expresión del pensamiento individual.
De alguna forma el pensamiento colectivo, sin mal pensar en la mano negra
que lo pudiera dominar, se está imponiendo al pensamiento individual, decidiendo
lo que se supone correcto y lo que no.
Es cierto que todos tenemos a estas alturas de la historia libertad de
pensar lo que queramos, lo que ya no tenemos tan claro, es si somos capaces de
decir lo que queramos, eso sí desde el respeto a la parte contraria.
La mentalidad colectiva de los medios de comunicación y su influencia nos
ha cominado a suprimir palabras, frases y expresiones que hace una década, diríamos
con toda su naturalidad, incluso llegando en ocasiones a medir nuestras
palabras, en el sentido de que fuera de contexto pueden ser malinterpretadas.
De alguna forma tenemos un nivel cultural mucho mayor y un acceso a
cualquier tema en muy poco tiempo, lo que nos refuerza intelectualmente, sin
embargo en su lado contrario de alguna forma nos limita nuestra espontaneidad y nuestra libertad de expresión
coaccionados por una serie de normas, reglas y deberes, que no conforman ningún
derecho, mientras no atentemos contra otras personas, tanto en su integridad
moral, ética como personal.
Es hora de revelarse ante un mundo que nos instruye pero nos limita al
mismo tiempo, la expresión del pensamiento resulta necesario en cuanto abre a
nuevas versiones de opinión y pensamiento, fuera de la mentalidad colectiva, lo
cual como siempre no es cuestión baladí, como elemento limitador de la libertad
de pensamiento.
Dice una expresión popular que la verdad nos hace libres, el problema es
dónde y cómo expresamos nuestra verdad siempre dentro de los límites del
respeto al prójimo y a la sociedad pero dentro de la libertad de pensamiento;
es por ello que expresarse con nuestra verdad no es ofender sino abrir el
abanico a expresar lo que uno cree y de lo que está convencido.
Cualquier expresión desde el convencimiento, correctamente motivada es
válida y marca la diferencia y también es
cierto que no todos tenemos que estar de acuerdo, pero lo que también es evidente
que replantearnos la expresión del pensamiento nos permite sintonizar con otras
persona con ideas propias aunque no se compartan,
eso si dentro del hecho de que cada uno debe defender sus valores y creencias,
como siempre, sin más.
Ferrán Aparicio
10 de octubre de 2015
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