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miércoles, 15 de noviembre de 2017

ABSURDAS PREOCUPACIONES

El otro día, Día de todos los Santos, por  tradición, voluntad y cierta alevosía, decidí ir al cementerio, lo cual es bastante común el día de todos los Santos.

 Quizás es uno de los días que más alegre está el cementerio, valga la redundancia, pues está lleno de flores y gente y parece más un lugar de reunión social, donde siempre te encuentras a alguien, que lo que es por definición un campo santo.

La verdad es que también es un lugar de reflexión vital, donde te vienen muchas ideas y en especial este año me vino a la cabeza si vale la pena estar preocupado por todo o habría que plantearse el dejar  de pensar en las absurdas preocupaciones.

En general preocuparse es una manera de prevenir los problemas o posibles problemas  o simplemente una solución para evitar las consecuencias de los posibles problemas.

 En este sentido, desde el sentido común, un cierto grado de preocupación nos ayuda a evitar o resolver algunas situaciones, la preocupación exagerada, que nos impide relajarnos para disfrutar de la vida, no aporta nada positivo a nuestra vida, sino todo lo contrario.

La preocupación en el tiempo siempre debe ubicarse en el espacio presente, porque no tiene sentido preocuparnos de cosas ocurridas en el pasado, por aquello de que lo pasado, pasado está y no podemos modificarlo, salvo las consecuencias de algo que aconteció y derivo el problema al presente.

No se trata de vivir al pairo, pero tampoco estar tan agobiado por aquello que suponemos o presuponemos que va a pasar, sólo debemos hacer el esfuerzo de abandonar esos pensamientos negativos e improductivos que nos desestabilizan una actitud positiva.

Al final se puede trascender la preocupación al análisis de lo que la produce, si es un problema y tiene solución, centrarnos en su resolución, y si no vale la pena, vale la pena aceptar la situación y olvidarse.

En este análisis hay que ser objetivos, pues siempre tendemos a exagerar la realidad con presuposiciones y presunciones, que agrandan el planteamiento y lo reducen al absurdo.

La autoestima y el autoconocimiento,  nos ayudan a vernos y sentirnos nosotros mismos más grandes que el problema en cuestión, y al final el control de la situación se reduce  a tener confianza en uno mismo y saber que no hay adversidad que no seamos capaces de superar.

La consciencia de analizar cada situación nos ayudará a centrar con claridad los matices que definen el problema y aunque a veces nos cueste ver esto con claridad, estar bien y ser feliz son decisiones que se toman.

La meditación y la relajación nos ayudan a aceptar desde una mente en blanco de que el  gran poder está dentro de cada uno de nosotros, en nuestra mente y  en nuestra consciencia y tener claro que  cuando nos proponemos algo, solo debemos tener confianza en que lo podemos lograr y hacer lo que corresponda para conseguirlo y dejarnos de pensar en absurdas preocupaciones.

                                                           Ferrán Aparicio
                                                  15 de noviembre de 2017

                                               

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