Hace tiempo me obsesioné con el
espacio tiempo, en cuanto que sin anclarme en el pasado, el futuro llegaba
demasiado rápido, la transición entre el presente y futuro era inmediata, hasta
que una psicóloga me aseveró que debía
anclarme en el presente inmediato, pues era el secreto para disfrutar de
la vida.
Y así lo hice intentando eliminar aquello que todo
aceleraba esa transformación entre presente futuro y con pocas miradas al
pasado, simplemente en ocasiones para recordar éxitos y errores que valían la
pena analizar, recordar y repasar como guía para una situación especial vivida
en el presente o con proyección en el futuro.
Sin embargo si analizamos el factor tiempo te das
cuenta que por regla general, el tiempo
vuela cuando nos lo estamos pasando bien, en bodas, fiestas, viajes …. y
acontecimientos que hemos estado esperando y preparando y cuando te quieres dar
cuenta pasan fugazmente dejando un rescoldo de satisfacción temporal, pero también
es cierto que también pasa rápido cuando nos hacemos mayores, pues tenemos más
consciencia de la fugacidad.
En realidad si lo pensamos consciente-mente el tiempo
es un valor fijo medido, en segundos, minutos y horas, días, semanas y meses, y
desde lo general en años, pero esa sensación de que los minutos corren a mayor
velocidad según cumplimos años es una sensación generalizada, y su explicación
no es el tiempo físico conceptual sino nuestra apreciación consciente respecto
a su transcurrir.
El paso cronológico de los minutos, las horas, los
días y los años en nuestros relojes y calendarios es un fenómeno constante y
que se puede medir. Sin embargo, nuestra percepción del tiempo cambia
continuamente, según las actividades que realicemos, nuestra edad e incluso
cuánto tiempo dedicamos exclusivamente al descanso.
Se ha analizado este procedimiento por científicos y
según se desprenden de estas teorías el concepto del paso del tiempo gira en
torno a una idea principal: el tiempo que experimentamos representa los cambios
percibidos en los estímulos mentales, lo cual implica que cada uno de nosotros
tenemos muestro propio tiempo mental en
relación a los estímulos producidos en nuestro propio cerebro.
Básicamente, lo que viene a decirnos este físico es
que el tiempo físico no es tiempo mental. El tiempo que percibe uno
mismo no es el mismo que el que percibe el otro.
Cuando envejecemos, la velocidad a la que se perciben
los cambios en las imágenes mentales disminuye debido a varias características
físicas transformadoras, que incluyen la visión, la complejidad del cerebro y,
posteriormente, la degradación de las vías que transmiten información.
En definitiva los grandes sabios llegan a la
conclusión que el tiempo físico no es
tiempo mental y por tanto el tiempo que percibe uno mismo no es el mismo
que el que percibe el otro, por lo que finalmente desde la ignorancia científica
que padece el que escribe inocentemente, se llega a la conclusión que la causa
fundamental se centra en que somos nosotros o nuestro cerebro los que producimos
la aceleración del tiempo, por lo que les recomiendo que no paren el tiempo , y
les animo a que simplemente traten de aquietar el procedimiento disfrutando del
segundo del momento.
Ferrán Aparicio
20 de enero de 2019
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