No es lo mismo parar
que aquietar. Cuantas veces nos hemos sentido aprisionados en la aceleración de
la vida, del tiempo, de la vida misma y nos damos cuenta que tenemos que parar,
si bien el parar no es la solución , sino más bien aquietar de una forma consciente
nuestro propio movimiento de rotación rutinaria ante aquello que es el teatro
de nuestra vida.
Ese
aquietar, el Dalai Lama lo describió como calma. Esta calma y por el contexto
del biudismo lo podemos intrepretar en nuestro mundo occidental como una
esencia de la tranquilidad, ausencia de
agitación y de nervios en la forma de actuar.
También
la calma la asimilamos desde el punto de vista emocional como la quietud,
ausencia de ruido, de movimiento o de agitación en un lugar, si bien supone
como estado físico una suspensión o reducción momentánea de una actividad, un
estado o una situación.
"Se
llama calma" es un poema donde el Dalai Lama nos enseña el valor de
aquietar la mente, de apaciguar los miedos, las preocupaciones y ansiedades
para apreciar el presente y alcanzar así el bienestar y la plenitud personal.
La
calma es la tranquilidad de ánimo, la fortaleza emocional del sujeto que no se
deja afectar de un modo negativo por las circunstancias externas, si bien es
más difícil mantener la calma en los momentos de dificultad y en una situación
de tensión.
En
la sociedad actual, existen dos grandes enemigos de la calma como principio de
salud: el estrés y la ansiedad laboral que se convierten en un lastre emocional
que además, afecta a la salud. Pero la calma también se trasmite en los que nos
rodea, pues el alma de los lugares, así como la esencia
de la propia vida, no suele habitar en las personas apresuradas, lo que nos
invita a aquietar nuestra vida,
porque lo queramos o no, la calma lo es todo y nos ayuda a responder mejor a las dificultades de la vida.
Es bien cierto que alcanzar ese sentimiento, ese
sutil equilibrio interior, no es algo que podamos conseguir de un día para
otro, pero cuando te ves inmerso en estado dinámico vital , en un cierto
momento te invita a ser consciente de que la calma también existe.
Al
final solo se trata de intentar alcanzarla con algunos hábitos muy positivos
para mantener la calma en el día a día: caminar con más frecuencia, establecer
un orden de prioridades en la rutina diaria de acuerdo al criterio de la economía
del tiempo o simplemente escuchar música relajante, cultivar las aficiones,
reforzar los momentos de y o marcar distancia respecto aquello que nos acelera
y en especial en aquellos momentos en
los que quieres evitar las interrupciones.
Ferrán Aparicio
25 de febrero de 2019
SE LLAMA CALMA –DALAI LAMA
“Se
llama calma cuando se aprende bien a amar, cuando el egoísmo da lugar al dar y
el inconformismo se desvanece para abrir corazón y alma entregándose enteros a
quien quiera recibir y dar.
Se
llama calma cuando la amistad es tan sincera que se caen todas las máscaras y
todo se puede contar.
Se
llama calma y el mundo la evade, la ignora, inventando guerras que nunca nadie
va a ganar.
Se llama calma cuando el silencio se disfruta, cuando los ruidos no son solo música y locura sino el viento, los pájaros, la buena compañía o el ruido del mar (…)”.
Se llama calma cuando el silencio se disfruta, cuando los ruidos no son solo música y locura sino el viento, los pájaros, la buena compañía o el ruido del mar (…)”.
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