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viernes, 10 de abril de 2015

AMOR,AMORE,.., AMANTE


Casualmente ha caído en mis manos el libro escrito por Carson Mc Cullers, y traducido por Maria Campuzano: “La balada del café triste”. El libro no tiene desperdicio y toca uno de mis temas favoritos el amor y los amantes.

Todos o casi todos, en esta vida hemos sentido el amor como una experiencia personal, una experiencia reciproca y común a dos personas, pero con el paso del tiempo te das cuenta que no ha sido sentido de la misma forma y con el mismo significado y la misma esencia por ambas, por aquello de que no hay dos personas intrínsecamente iguales.

Dicen los expertos en materia que en una relación de amor existen dos figuras: el amante y el amado, y además son conscientes en el fondo de sus corazones, que siempre hay uno de los dos que siente el amor de una forma más pura, mientras el otro se siente amado como amante que es.

En el fondo el amante lo sabe y siente el amor como un ser solitario, lleno de sufrimiento pues no acepta ser amado condicionalmente y teniendo que crearse un mundo relativo, intenso y artificial alrededor del cual funciona como amante y como persona.

El problema surge cuando, uno es amado y llega a enamorarse, perdiendo el rol del amante y convirtiéndose en amador, lo cual es una posibilidad dentro de este juego de rol en el que los papeles van cambiando y así como el mismo tiempo nos va poniendo en su sitio a todos, también nos hace sentir de una forma distinta este sentimiento tan humano.

En este sentido existen muchas posturas en el ser amado y en el amante, tantas como el mismo Kamasutra, es como un teatro cambiante donde los papeles se van intercambiando, el teatro de la vida, donde escena a escena el amado podrá ser un traidor, un imbécil o un degenerado , y todos sus contrarios, y al mismo tiempo el amante es testigo de los defectos e incongruencias pero no le altera lo más mínimo, pues no pasa de la barrera del afecto distante.

En cualquier caso es el amante quien determina la valía y la cualidad de todo amor, pues lo que en casi todos coincidimos es que preferimos adoptar el papel de amar a ser amados, lo que nos da un protagonismo directo entre nuestro corazón y nuestra expresión, lo cual no trae indiferencias, pero si un protagonismo en la dirección en que nos auto complacemos.

Por esta razón casi todas las personas quieren ser amantes y convertirse en amados, lo que nos distorsiona el esquema con que había focalizado nuestra relación. En este sentido el amante determina la valía y la cualidad de todo el amor, lo que hace que convertirnos en amados resulte algo intolerable y hasta cierto punto inaguantable, como algo que coacciona nuestra libertad de acometer la situación.
Les animo a disfrutar de su amante o amado, pues lo que está claro es que después de todo no hay nada y lo que importa es sentir lo que se vive, aunque sea desde la posición del amado.

Ferrán Aparicio
10 de abril de 2015