
Ante la muerte la reacción de todos los humanos es similar y alcanza una variedad de emociones, como es de esperarse, la negación, el miedo, el enojo, remordimiento, más negación y finalmente la aceptación, pero en esta lucha cada persona comúnmente encuentra su paz antes de partir, pues es evidente que racionalizamos el haber llegado al final de un camino sin salida.
Lo que también es común o bastante común es el hecho de reflexionar del estado en que se encuentra nuestro nivel de satisfacción vital: si hemos tenido el coraje de vivir una vida fieles a nosotros mismos y no a la vida que los otros esperaban de nosotros, esto implícitamente desvela cuantos sueños no se han cumplido por trabas que nos hemos maquetado nosotros mismos por influencia de juicios ajenos.
Lo que es bien cierto que la salud conlleva una libertad de la que muy pocos se dan cuenta, hasta que ya no la tienen, olvidando muchos de los sueños que ha motivado la vitalidad de su propia vida.
El arrepentimiento de actitudes es también un hecho en común, como el anteponer el trabajo y un estatus ante un disfrute absoluto de la vida, lo que nos lleva a esa frase que me resuena ; “de gente rica esta lleno el cementerio”.
En general reaccionamos pensando en simplificar nuestro estilo de vida y tomar decisiones conscientes en el camino, reconociendo que es más rico quien menos necesita, y que la felicidad nos ayuda a estar más abierto a nuevas oportunidades y a un nuevo estilo de vida.
En definitiva los reproches oscilan entre reconocer nuestros sentimientos y expresarlos y el evitar una existencia mediocre y monótona, y reconociendo que muchas enfermedades se desarrollan como un resultado relacionado con la amargura y el resentimiento que cargan.
10 de octubre de 2014