Todo el
mundo y he dicho todo el mundo, hemos sido conscientes hace unas semanas de cómo
durante unos segundos, una vida humana puede acabar, sin más.
Siempre hemos oído, leído,
incluso sentido que todos tenemos un destino, incluso lo importante que
resultaba estar en el sitio adecuado y en el momento adecuado, sin embargo hay hechos
que todavía lo ponen más de manifiesto.
La cuestión de fondo es la
sensación que nos produce cuando nos ponemos en la piel de los demás e imaginamos
encontrarnos en esa cuestión de segundos,
incluso sentir como puede llegar a pasar
una vida por delante, si bien con esto mito, nadie ha vuelto para contarlo.
Prepararse para el impacto del
fin es una tragedia en la que nadie estamos preparados, aunque la vida nos pille
por sorpresa en aquello de que la vida se acaba.
Es cierto que si llegara el momento sabríamos cómo reaccionar como humanos que somos y lo
más similar es la acción de cuando nos
comunican que alguien cercano o no tanto
sufre una enfermedad terminal, inmediatamente nos planteamos en cuestión de
segundos al ponernos en su lugar, esa lista de cosas que nos hubiese gustado
hacer antes de morir y en esas cosas que queremos hacer en vida y postergarnos
pensando inconscientemente que íbamos a ser eternos.
Al contrario o en cualquier
caso de otra forma nos plantearíamos aquello de quienes somos, que hemos
disfrutado, que tenemos y no hemos valorado, pero sobretodo no cabe duda que
nos plantearíamos el tiempo que desperdiciamos en cosas que no importaban con gente que si importan.
Cuando el tiempo va pasando
somos conscientes de alguna forma que el
camino va avanzando.
Nuestro cuerpo empieza a
evolucionar en el tiempo manifestando cierto rechazo a la lozanía, que salvo
error o excepción se manifiesta con arrugas y canas, barrigas y decaimientos y
en general una desaceleración vital, que seudo reconocemos un día cuando nos
miramos al espejo y caemos en la cuenta de que el tiempo ha pasado y aunque ya
lo sabíamos con antelación lo hemos obviado de una forma ingenua y aunque en general nos hemos estado preparando
toda la vida por aquello que después de nacer lo siguiente es vivir para
finalmente morir, lo seguimos obviando en la cotidianidad del día a día, por
muy real e inamovible que sea el argumento.
La vida es un pasar y nadie
somos eternos, pero en cualquier caso les animo como me he animado yo a
reflexionar y conectar esos dos puntos el de la reflexión y el de la realidad,
del aquí y ahora, pues lo que resulta evidente es que nadie somos adivinos de nuestro
destino, salvo error u excepción y en definitiva todo puede cambiar en cuestión
de segundos.
Ferrán Aparicio
20 de Abril de 2015