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jueves, 30 de octubre de 2014

EL SALARIO, EL PRECIO DEL TRABAJO

EL SALARIO, EL PRECIO DEL TRABAJO

Llevo una temporada planteándome si realmente soy consciente que he tocado techo según la teoría de Green y ha llegado el momento de tomar nuevos rumbos, a la aventura y según me direccionen  las oportunas mareas. Sin embargo y con los tiempos que corren tener un trabajo es  reconocer que  es de ser una persona afortunada, si bien no supone ningún regalo pues en definitiva el salario es el precio de un trabajo.

El problema en este planteamiento es como elaborar, desarrollar y planificar un producto, la necesidad de tener una oferta por la que alguien este dispuesto a pagar. En los diez últimos años que he trabajado en la administración pública, me he acostumbrado a pensar que nos pagan por estar, cambió mucho los primeros años de ilusión y aprendizaje a estos últimos de crispación y monotonía con ciertos seudo acoso por temas de pura envidia intelectual, por cierto ya superados, pues la indiferencia es el mejor desprecio ante la incompetencia que intenta abordarte, psíquica y emocionalmente.

Es cierto que mi caso particular como el de muchos trabajadores en la administración tenemos el mismo sueldo que en  los últimos diez años ,que si bien la base ha subido anualmente un dos por cien, también han subido las retenciones fiscales por lo que el resultado numérico es el mismo , cosa que tiene ciertas consecuencias. En consecuencia  hemos aprendido, a base de golpes, que si te pagan  porque estás aportando algo que compensa ese pago, aunque no se valore el esfuerzo de resolución y sacrificio, en demasía.

Lo que también esta claro es que nadie te paga por ser tú como persona o como profesional, te pagan por unos resultados bien materiales, bien intelectuales que generan y hacen rodar el motor de la economía.

Pero lo que resulta chocante, es que no acabamos de discernir que en realidad no somos productos, somos personas y en ocasiones personajes, lo que deriva a la distinción entre lo que somos y lo que hacemos, porque de lo contrario acabaremos pensando que somos productos con un valor en una cuenta de resultados.

Hemos asumido que el salario es el precio del trabajo, que no somos un producto sino unos desarrolladores de productos, en definitiva de un trabajo, que como producto finalista desarrolla una necesidad.

En definitiva, esta claro que si no tenemos nada que ofrecer solo nos queda como producto nuestro trabajo, resultado de muchos ingredientes, desde nuestra creencia, ejercicio y hasta nuestra profesionalidad especializada en su creación.

En una sociedad plural estoy convencido que todo el mundo tiene algo que aportar, eso si  un  trabajo bien hecho; pues un producto defectuoso no tiene valor real.

Hay que empezar a cambiar de mentalidad, y yo el primero, pues es  realmente necesario racionalizar  el equilibrio entre salario y trabajo pues estamos en una etapa en la que nos van a valorar y a pagar por los resultados que ofrecemos.

                                                            Ferran Aparicio
                                                      30 de octubre de 2014




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