Por suerte o desgracia, nunca se sabe, aunque
estoy plenamente satisfecho, me eduqué en una familia donde prevalecía el
sentido común sobre cualquier tipo de amenaza o castigo.
Mi educación se basó en la premisa de la
consciencia de que todo el mundo sabíamos lo que hacíamos bien o hacíamos mal,
por que éramos capaces de primar el sentido común sobre cualquier tipo de
acción u omisión.
La verdad es que no me ha ido mal este concepto
en la vida y en especial cuando no he querido engañarme en alguna autoevaluación
o revisión de acontecimientos, hechos y amores que también son buenas razones.
Es bien cierto como dice el dicho popular que
el sentido común es el menos común de
los sentidos, sin embargo y a la vuelta de la vida y con un grado de
experiencia, la racionalidad del sentido común junto con la verdad de los
acontecimientos como bandera simplifica las resoluciones más difíciles
llevándolas al minimalismo de lo trivial.
Hoy en día y con la influencia de los medios de
comunicación uno llega a dudar de la capacidad de pensar por uno mismo, sin
embargo siempre salta la luz roja del sentido común cuando uno se da cuenta que
va por el camino en dirección contraria a lo que sus propios sentimientos le
están marcando, siendo esta la razón por
la que la mayoría de nosotros lleva un estilo de vida individualista y
materialista, orientado a saciar su propio interés.
Pero como decía José Antonio Molina: “Ningún individuo decide cambiar hasta que su
situación deviene insoportable” y es cuando nos sentimos sin el sinsentido
común; reaccionamos dirigiendo nuestra vida a lo que nos dicta el corazón,
siendo esa la esencia de la responsabilidad personal.
Todos tarde o temprano pasamos esta crisis
existencial a partir de la cual dejamos de engañarnos a nosotros mismos
reconociendo que estamos actuando sinsentido común y que nuestra vida carece de
propósito y de sentido. En estos momentos es cuando necesitamos reaccionar y
activar el sentido común por lo que está en juego es nuestra libertad de pensamiento
para descubrir quiénes somos realmente.
En cualquier caso esto supone una pauta
dentro del proceso de cambio a vencer los miedos de los conceptos y
pensamientos que realmente estamos convencidos, que nos impiden construir una
existencia más plena y con sentido común.
El sinsentido común explica de una forma
amena y sencilla por qué en general los seres humanos solemos pensar y
comportarnos de una misma manera, sin embargo desde lo racional podemos hacer
de forma individual un proceso de transformación simplemente observando los
resultados que están obteniendo las personas que verdaderamente han cambiado su
forma de comprender la vida porque como decía Ortega y Gasset, aunque la
mayoría de las personas no va hacia ninguna parte, es un milagro encontrarse
con una persona que reconozca estar perdida.
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