Si hay algo que hemos aprehendido este año, los que vivimos solos, es la aceptación al miedo a la soledad.
Mucho temíamos a que la pandemia nos afectara y vernos ingresados en un hospital sin comunicación ni contacto con el exterior. Sin embrago la mente que es prodigiosa acabó adaptando esta realidad y mediante una resiliencia absoluta superar esta crisis valorando la soledad como algo a valorar en demasía.
En principio, el miedo a estar solo en la vida es algo adaptativo, positivo y saludable pero como todo en la vida, por aquello que lo poco gusta y lo mucho cansa, hay ciertos límites que no se deben sobrepasar.
Sin embargo hay personas que están solas y viven y brillan y se entregan a la vida de la mejor manera, que no se apagan, al contrario, cada día se encienden más y más, disfrutando de la soledad porque las ayuda a acercarse a sí mismas, a crecer y a fortalecer su interior.
Esas personas son las que un día sin saber el momento exacto ni el por qué se encuentran al lado del que las ama con verdadero amor y se enamoran de una forma maravillosa, pues se conocen a sí mismos y saben sus límites elásticos hasta donde pueden llegar a estirar y en cualquier aspecto de la vida.
Realmente es la sociedad quien nos enseña a aborrecer la soledad por definición y eso estoy convencido que no es realmente así. En este sentido se nos educa en la idea preconcebida de que debemos tener compañía para ser una persona completa y disfrutar de la vida.
Solemos asociar el hecho de no tener pareja con el aislamiento afectivo y social. Sin embargo, no tener pareja no es sinónimo de recluirnos o de no tener opción a tener contacto humano significativo. Convivir en pareja es una opción, del mismo modo que permanecer en soledad. A pesar de ello, la idea que suele predominar es la gran felicidad que se siente estando en pareja.
No hay una fórmula mágica que nos ayude a superar el temor a estar solos, pero sin embargo, la mejor manera de acabar con él es comenzando a estarlo, arriesgándonos a sentir, a conocernos y a caminar sin ayuda.
Saber estar en soledad, nos enseña a establecer relaciones más sanas, sin dependencia ni apegos. Relaciones basadas en el amor, el respeto y la tolerancia.
También cabe la posibilidad de que no queramos enamorarnos de nadie y de que, por tanto, deseemos estar solos para conocernos más o vivir experiencias que de otro modo no podríamos, sin derechos ni obligaciones , pero lo mejor es cada uno haga su balance general y decida lo que más le convenga , como siempre ,.., sin más.
Ferrán Aparicio
30 de diciembre de 2020
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