Llevamos
ya un tiempo de una etapa nueva, donde no acabamos de dejarnos de sorprender
con los cambios de una sociedad, que pasa de lo alto a lo profundo de una forma
radical y sin ninguna racionalidad específica, si bien es bien cierto que todos
deseamos aquello que decían nuestros mayores
sobre la paz y prosperidad y el maravilloso estado del bienestar social.
Es cierto que todos los
cambios producen ciertos miedos y angustias y en especial a los que se hallan
acomodados en su zona de confort, donde no existe mayor cambio admisible que
hacer un zapping en su televisión, pero también es cierto que en estas
ocasiones donde los que más han presumido, más han carecido y encima nos invitan a pensar sobre el concepto de la
debilidad y la vulnerabilidad.
Tanto la debilidad como la
vulnerabilidad e independientemente del contexto donde se puedan matizar
implican en cierta forma una negatividad y gozan sin embargo de una poder de la
abstracción por estar referidas a algo en concreto desde una visión más amplia,
sin embargo en cualquier sociedad se nos educa a todo lo contrario a ser
fuertes y sobrevivir en ambientes muy competitivos, superando lo que es visible
en nosotros mismos.
Pero pensar en frio sobre la
vulnerabilidad es pensar en un
sentimiento de fortaleza, pues en estos tiempos de cambio, ratifica la idea de
enfrentarnos a una nueva mentalidad a pesar de no tener la certeza de a dónde
vamos o adonde nos dirigimos, si bien implique tener la certeza de que lo vamos a conseguir, que al menos es superar una
debilidad.
Sin embargo la vulnerabilidad
lleva implícita dos grandes oportunidades una que refleja la reflexión del
propio individuo ante el cambio y otra referida al conjunto de la sociedad como
ente pensante en común dentro de una evolución , algo así como la inteligencia
social que nos define en cada era.
Es bien cierto que la propia
vulnerabilidad nos demuestra nuestra imperfección y nos permite aprehender, como
seres humanos que no divinos que somos, pero también es cierto que una sociedad
no puede permitir la generalización de la debilidad como estatus de moda, pues
todos somos capaces de aprehender y al final de todo en el tiempo nos pone en nuestro
sitio, individualmente y socialmente o al menos eso dicen, por decir un algo.
La vulnerabilidad como
sentimiento genera incomodidad en cuanto nos permite enfrentarnos con retos donde podemos mejorar nuestra situación,
disminuyendo nuestra debilidad y aumentando nuestra autoconfianza, lo cual ya
por sí mismo no es cuestión baladí.
Como siempre desde la
comodidad la mejora no es posible pues apalanca, pero sentirnos vulnerables, es
como asumir una debilidad evidente que nos hace vernos y ser visibles asumiendo
los riesgos que la situación entraña, eso sí sabiendo distinguir entre
vulnerabilidad y debilidad.
Ferrán Aparicio
30 de agosto de
2015