Hace poco
tiempo he tenido una experiencia que me gustaría compartir, por aquello en lo
que creo y es que compartir también es vivir, y hablar en voz alta y escribir
lo que escucho me ayuda a aprehenderlo y repasarlo mucho mejor, no sólo
conceptualmente sino también emocionalmente.
Salí de casa de una forma aleatoria, en el sentido
de que no estaba de alguna forma predispuesto
a hacerlo, ni entraba en mis planes el moverme. La verdad es que suelo planificar
mucho mi tiempo, mis acciones en el
tiempo y mi localización, no sé si por obsesión
o simplemente por deformación politécnica dentro del ámbito profesional
e implícitamente en el ámbito personal.
En cualquier caso me deje llevar como si de un
zombi se tratara, pero cada paso era un movimiento
del subconsciente, hasta que ya habiendo andado un tiempo, me di cuenta que me
estaba moviendo y haciendo cosas bajo un impulso básico.
Pensándolo fríamente me di cuenta que la única explicación, era que la voz de la conciencia nos llama,
pero somos libres para desatender su llamada. La alternativa es simplemente un
impulso básico consciente o inconsciente de: escuchar y obedecer en la medida
de nuestras posibilidades o la desatender la llamada, sin más.
Es bien cierto y por mucho que nos despistemos en el camino o
miremos hacia otra parte y a pesar de estar en una radical incertidumbre, estamos
obligados a elegir. Al no poder tomar una decisión, nos aferramos a preceptos,
dogmas, axiomas, mandamientos, leyes y principios de origen divino, que no
deforman el impulso básico como concepto.
Al final llegas a la simple conclusión que con un
impulso básico y aun no teniendo toda la
información de una situación para adentrarnos en ella, debemos aventurarnos una
y otra vez en un mar de incertidumbres, que nos lleva a un estado de consciencia
pura de algo que entendemos sin racionalizar
el contenido en su estado más puro.
Si reconocemos
ese impulso básico y le sumamos el espíritu de aventura requerido para actuar a
pesar de nuestra incertidumbre, necesitamos proveernos también de la virtud de
la tolerancia, pues la
tolerancia como concepto y como acto
reflexivo, no implica aprobar todos los hechos de los demás, sino ha de basarse
en el verdadero dialogo en el que cada uno se sitúa y presenta su forma de ver
y de ser.
Lo que la psicología ha reconocido es que la conciencia es una fuerza intuitiva
interior que trae consigo la consecuencia de que nuestra conciencia puede
revelarnos la verdad; ahí donde ésta es inaccesible a nuestra comprensión racional
y esto sucede porque básicamente todas nuestras decisiones existenciales
importantes son intuitivas y la forma de justificarlas es racionalizándolas
posteriormente, a través del ser conceptual.
Cada momento nos somete a una decisión, cada
decisión origina conflictos y cada conflicto genera tensión, la tensión es
parte de la condición humana y es la tensión que existe entre lo que un hombre
es y lo que su conciencia le indica que debiera ser: la que existe entre su
realidad y sus ideales y todo ello guiado por un impulso básico,.., personal e
intrasferible, que como siempre, se mueve, .., sin más.
Ferrán
Aparicio
10 de diciembre de 2016