Hoy en día Japón se ha puesto muy de moda, bien por su
facilidad de viajar a él, bien por la difusión en el mass media.
La verdad que es un país
sorprendente y enigmático y su cultura nos va transmitiendo auténticas perlas
todavía no muy difundidas en occidente como es la técnica Kintsugi.
Kinssugi es una
técnica de origen japonés para arreglar fracturas de la cerámica con barniz de
resina espolvoreado o mezclado con polvo de oro, plata o platino. Forma parte
de una filosofía que plantea que las roturas y reparaciones forman parte de la
historia de un objeto, y que deben mostrarse en lugar de ocultarse,
incorporarse y además hacerlo.
La filosofía de del
Kintsugi es reflejar y recuperar la mutabilidad
de la identidad y el valor de la imperfección y en lugar de disimular las
líneas de rotura, las piezas tratadas con este método exhiben las heridas de su
pasado, con lo que adquieren una nueva vida volviéndose como únicas y, por lo tanto, ganan en belleza
y hondura.
El ‘kintsugi’ evoca el desgaste que el tiempo
obra sobre las cosas físicas y otorga valor a nuestras imperfecciones, pero lo
más chocante si lo pensamos fríamente es que la filosofía vinculada al kintsugi
se puede extrapolar a nuestra vida actual, colmada de ansias de perfección.
Las personas a lo
largo del tiempo conocemos fracasos, desengaños y pérdidas y con todo, aspiramos a esconder nuestra
naturaleza frágil, esa que nos hace más humanos y auténticos, bajo la máscara
de la infalibilidad y éxito.
Por naturaleza el ser
humano intenta ocultar los defectos, aunque desde que nacemos vamos creando
nuestras propias grietas como resultado
de las conmociones que nos golpean.
La pura realidad es
que todos somos vulnerables no solo física, sino también psíquicamente y cuando
la vida nos da un revés y tratamos de ocultar con nuestro
verdadero amor propio es él nos hace renacer como el ave fenix de las
expectativas ajenas y dejar atrás la compulsión de agradar.
La técnica del Kintsugi
refleja la idea en el ser humano que no hay recomposición ni resurgimiento sin
paciencia. En el kintsugi, el proceso de secado es un factor determinante pues
la resina tarda semanas, a veces meses, en endurecerse pero es al fin y al cabo
lo que garantiza su cohesión y durabilidad.
Esto mismo nos pasa a
las personas sabiendo que la capacidad
de saber sufrir y de tolerar infortunios es la clave para afrontar cualquier situación,
manteniendo la filosofía de que conservar la calma y tener paciencia es el
secreto para evolucionar y crecer pacientemente en nuestro interior y crecer.
Saber valorar lo que
se rompe en nosotros no implica ocultarlo sino todo lo contrario a tra vés de
la resiliencia hacernos más fuertes, pues lo que está claro es que somos
vulnerables no sólo física , sino también psíquicamente y cuando las adversidades
nos superan nos sentimos rotos , es cuando hay que aplicar la técnica del
Kintsugi.
Ferrán
Aparicio
30 de mayo de 2019