El destino y tal cual la
define la Wikipedia, es el poder sobrenatural inevitable e ineludible que,
según se cree, guía la vida humana y la de cualquier ser a un fin no escogido,
de forma necesaria y fatal, en forma opuesta a la del libre albedrío o
libertad.
El problema surge cuando se
conjuran las llamadas y el destino y te
cambia el destino o cuando tomamos una decisión que nos cambia el destino después
de una llamada o sin ella, en cualquier caso siempre aparecen dicotomías donde
el libre albedrio deja de considerarse como una simple opción y llegas a la
conclusión que independientemente que la vida este llena de oportunidades o al
menos a mí me lo parece, el destino te cambia la vida simplemente porque sí o
por una decisión consciente o inconsciente.
Es bien cierto que cuando
tomamos una decisión estamos forjando un destino, es por ello que el libre
albedrio siempre es el póker que nos permite decidir aunque sea para caer a un
abismo desconocido.
Al final cuando llega un
momento donde se plantea un problema o te surge un cambio inminente de vida, te
das cuenta como la elección que tomas marca la diferencia del camino que
presuntamente vamos a tener en la vida, independientemente de lo material y
sabiendo que nacemos para morir, sin más.
El rumbo como trayectoria del
camino es algo que se proyecta del presente hacia al futuro, y nada tiene que
ver con el pasado más que el bagaje, que este nos ha dado para saber lo que ya
no queremos vivir, sentir o aceptar en su caso.
Por eso resulta importante el tener en cuenta que es
lo que nos gusta y que no nos gusta en nuestra vida, para a la mínima
oportunidad soltar lastres innecesarios que no nos permiten mantener el rumbo
ni hacer camino.
Los miedos son siempre nuestro
enemigo más aliado en la toma de decisiones, sin embargo el destino como tal
siempre nos acaba llevando a un sitio, eso si en su justo momento, ni antes ni después,
una vez más deprisa y otra con una lentitud sordina que más que vida parece un purgatorio,
y esto se lo digo por mis últimas
experiencias donde he tenido que tomar decisiones y con miedo o sin ellos
espero me lleven a buen puerto.
Les animo como siempre e independientemente
de razones económicas, fundamentales pero no esenciales, por aquello de que es
más rico el que menos necesita, a valorar las pautas para poder marcar una
trayectoria clara y concisa, pues como decía alguien con cierta experiencia, preocúpense
de lo suyo que de lo mío me preocupo yo.
Ferrán
Aparicio
15 de mayo de 2016