Hay ciertas ocasiones que no puedo evitar el comentar algún libro que ha caído
por casualidad o causalidad, en mis manos, y este es uno de ellos, fruto de un fantástico
regalo de navidad. El libro que para mi gusto es muy recomendable es “El aroma del tiempo” de Byungchul Han,
publicado por Herder en 2015.
Quizás lo más interesante es la empatía que el texto establece con el lector,
en cuanto identificas el diagnóstico del mundo actual en que vivimos, en cuanto
a la percepción del tiempo y la aceleración perceptiva que de este tenemos.
Todos y cada vez más personas vemos como las semanas
pasan de lunes a domingo, pasamos del invierno al verano y cuando nos queremos
dar cuenta ya estamos celebrando el final del año, y sentimos que la velocidad con que se mueve el
tiempo en la vida diaria, nos hace sentir como una pieza del mecanismo que no
para nunca, si bien esta aceleración no es lo que nos molesta, sino más bien el
perder el sentido y el control del tiempo, animados por las rutinas y
costumbres, que transforman el factor tiempo en un valor fragmentado.
En realidad esta aceleración vital de alguna manera
nos agota pues todo parece efímero y fugaz, estamos esperando, programando,
organizando unas felices vacaciones y cuando nos damos cuenta ya las hemos vivido,
sin más. Es como si todo lo que vivimos se terminara antes de lo que debería,
sin llegar a saborear el aroma del tiempo.
Como siempre la solución sería parar el tiempo, lo
cual como todos sabemos resulta imposible,
sin embargo no estaría demás el tomar conciencia de que si bien no
podemos parar la máquina del tiempo, podemos aquietar nuestra vida disfrutando
de algo tan valioso como es el concepto de tiempo.
Analizado
este mecanismo, Han determina que al hacer del trabajo, el todo se anula
cualquier otra forma de vida y afirma
que el hilo de la vida, de la trayectoria de la vida se recupera, con la
vida contemplativa, con el aquietamiento circunstancial, con el concepto del
no-hacer, revelando consecuentemente el aroma del tiempo, ganando
consecuentemente tiempo y espacio,
duración y amplitud
Han
y su libro, no trata de resolver el problema de la velocidad sino el del sostén
del tiempo, el sentido, la trayectoria, el hilo narrativo que engarce los
fragmentos y le devuelva la tensión.
No
puedo finalmente dejar de transcribir un par de párrafos de su libro que
seguramente les harán pensar sobre la necesidad de parar a pensar sobre el conflicto de la percepción del aroma del tiempo,
como siempre,.., sin más.
“El tiempo comienza a
tener aroma cuando adquiere una duración, cuando cobra una tensión narrativa o
una tensión profunda, cuando gana en profundidad y amplitud, en espacio. El tiempo pierde el aroma cuando se despoja de cualquier estructura de
sentido, de profundidad, cuando se atomiza o se aplana, se enflaquece o se
acorta. Si se desprende totalmente del anclaje que le hace de sostén y de guía,
queda abandonado. En cuanto pierde su soporte, se precipita.
Ferrán
Aparicio
5 de febrero de 2019