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domingo, 15 de abril de 2018

PRIORIDAD ABSOLUTA


No ha notado usted últimamente que la vida va cada día más de prisa, que pasamos de lunes a domingo, de semana en semana, de mes en mes  , una y  otra vez y cada vez de una forma más rápida y que sin querer nos crecen los enanos , de una forma desmesurada,…, para acabar concluyendo sobre la necesaria organización del tiempo, de los recursos y de las fuerzas, lo que nos  obliga a una re-orientación que no conviene dejar simplemente en manos de la coyuntura de los momentos.

Al final como es evidente y dado que no llegamos a luchar, ni por supuesto a vencer en todos los frentes, simplemente se trata de  establecer prioridades, pues lo que está claro  que la clave está en los procesos sencillos y efectivos, ya que la sencillez es también la búsqueda de lo fundamental.

Independientemente que la propia sencillez va creando cadenas  como si de un silogismo se tratara, vamos encadenando ideas como el caso de que la sencillez como concepto y estado emocional es deseable, si bien la simpleza no lo es tanto, así como el hecho de que la sencillez es un saber, no un acopio de conocimientos, sino una forma de vida.

La sencillez no es una forma de resignación, ni de conformismo., ni indiferencia, ni desatención para con lo refinado, ni falta de implicación, es un estado que en tiempos difíciles y complejos, o contrariamente en tiempos tranquilos nos invita  razonablemente a reorganizar los principios generales de nuestra rápida existencia y consecuentemente, la  correspondiente escala de valores que conlleva esta situación de a quietud.

Desde ese estado de plenitud en la sencillez  comprendemos el alcance y el sentido del vivir, y el carácter pleno y efímero de la existencia, que se expresa en las experiencias cotidianas, pero sin embargo resulta chocante, lo llamativo que puede resultar, que nos veamos en la necesidad de recordádnoslo. 

Es bien cierto que en la era del consumismo, todo se nos vende como necesario e imprescindible, hasta que acumulamos más de lo que necesitamos y entonces nos paramos a pensar y distinguimos más claramente lo que nos falta y lo que nos sobra.

La felicidad y el éxito, siempre se ha pensado que están en el exceso, la exhibición y la vanidad y  que son valores son consustanciales a la naturaleza humana como seres sociales que somos. 

En general y hasta hace un tiempo , las personas  valorábamos  la alegría y los placeres y hacíamos todo lo posible por ser felices llenándonos de cosas y valores innecesarios, hoy en día y no sé si por hastío o porque ya tenemos demasiado y nos sobra la mitad de lo que tenemos , la alegría y el placer no se centra en  la ridícula exhibición de riquezas para provocar la envidia y el sentimiento de inferioridad de sus conciudadanos, sino que actuamos como utópicos, quienes  valoraban el tiempo libre  para dedicarlo a cultivar  lo que prioritariamente te resulta más placentero dentro cada uno de sus posibilidades y necesidades, al final sólo queda el hecho de cada uno establezca la prioridad de su propia senda y en cierta forma apartanos del mundanal ruido que emana del mass media social.

                                                              Ferrán Aparicio
                                                           15 de Abril de 2018

domingo, 30 de julio de 2017

GRANDES DIFERENCIAS

Hay términos que parecen iguales o parecidos, pero la verdad es que no tienen nada que ver, sino  no existirían etimológicamente, tenderíamos a confundirlos como es el caso de la sencillez y la simpleza.

Es bien cierto que la sencillez como valor es deseable, pero la simpleza es palabra mayor y creo que no resulta un valor deseable, en los tiempos que corren, quizás por aquello del que no corre vuela.

En tiempos donde la comunicación carece de contenido y solo nos dedicamos a parafrasear, reenviar o compartir contenidos, la simpleza llega a sus máximos, dentro del Ibex intelectual de la sociedad que nos rodea.

Replanteando la situación, lo razonable parece ser reorganizar la escala de valores y empezar a coger el toro por los cuernos, y aprender a apreciar lo que en la vida resulta más determinante.

La sencillez es un gran valor para depurar estados que hemos ido acumulando y están desfasados o en cualquier caso ya no nos sirven como personas, sobre todo  cuando sin darnos cuenta nos complican la vida y  son una ocasión para apreciar lo que realmente merece la pena, para buscar lo que nos reconforta y precisamos.

La necesaria organización del tiempo, de los recursos y de las fuerzas obliga a una re orientación que no conviene dejar simplemente en manos de la coyuntura de los momentos.

Al final de todo lo acumulado acertadamente o erróneamente, sólo se trata de establecer prioridades, pues la sencillez como conducta es un saber, no un acopio de cosas, valores, conocimientos y cualquier cosa que por su innecesaridad se nos arrima.

Hay que valorar  que no por más sencillo resulte necesario  pero suficiente, pues la sencillez no es una forma de resignación, ni de conformismo, es en sí mismo un desafío para todo el mundo.

Lo que es bien cierto es que nacemos llenos de gran simpleza y con hambre y lleno de ambiciones, eso sí sin perspectiva, simplemente  acumulando pequeñas metas, que nos van ayudando a crecer y caminar.

El problema surge cuando te das cuenta un día que ya no necesitas nada, tu visión tiene una perspectiva y es cuando te das cuenta que la simpleza de objetivos a llegado a tu vida y necesitas poner en orden tu “status quo”, en aras a una sencillez máxima que te permita disfrutar de una gran perspectiva como si de un ojo de pez se tratara.

Si todavía no has llegado a replanteártelo,   piensa  que esa ambición es finalmente más ineficaz que la tarea permanente, diaria, pormenorizada, cuidadosa, de lo sencillamente bien hecho, pues por experiencia les digo que tener una visión global es simplemente que admitamos la posibilidad de que existe más.

   Ferrán Aparicio
30 de julio de 2017