Me
viene a la cabeza la palabra “versus” como
cualquier idea espontánea o soniquete, que de una manera inconsciente
aparece de forma aislada y no me la puedo llevar durante una largo tiempo, el
caso es que ni la he oído últimamente, ni he leído nada acerca de ella.
Por
aquello de que todo llega en su justo momento, empiezo la investigación, aunque
intuitivamente ya sabía lo que ratifique buscando en el diccionario de la RAE.
La palabra
“versus” es un participio latino que significa “orientado hacia”, “frente a” o
“en “dirección a” y que ha entrado en el español a través del inglés con el uso
que se le da en ese idioma desde el siglo XV: mostrar contraste o
enfrentamiento entre dos personas, entidades, conceptos o cosas.
Sin
embargo y dentro de lo escueto que caracteriza
a las definiciones del diccionario de la Real Academia Española,
simplemente lo reduce a: “frente a” o “contra”.
La palabra
versus al ser pronunciada adquiere como toda palabra sonora una innegable
existencia, lo cual no implica la coexistencia física o etérea de su
significado.
Las
circunstancias que acompañan también acaban dotando de un significado más
amplio a este tipo de palabras, incluso en algunos casos con mayor o menor fuerza, pues no siendo una palabra muy usada en el lenguaje coloquial, inspira algo de
desconfianza, tanto al leerla como al oírla.
Pero yendo
un poco mas allá, cuando aparece en forma abreviada como “vs”, especialmente en
el lenguaje jurídico donde se acostumbra a traducir versus por el contrario, es
realmente reconocible por todo el mundo que tienen contacto con este mundo académico,
pero me planteo, por que fuera de este contexto es preferible recurrir a los
otros giros, ya que "contra" o “frente a” no siempre refleja con exactitud el significado
de "versus".
Palabras
como “versus”, nos evidencian que siendo
personas racionales estamos llenos de
errores de percepción, de interpretación, incluso de análisis. Me encantan las
palabras donde se señalan las limitaciones de nuestro cerebro y los múltiples
sesgos que tenemos a la hora de interpretar la realidad. Casi todos comparten
la idea de que la consciencia de nuestras limitaciones nos permitirá reducirlas.
Pero en ese punto los autores se diversifican en dos grandes grupos; unos
piensan que la reducción de los sesgos nos llevará a un mayor bienestar porque
la racionalidad es un valor en si mismo y otros sin embargo, consideran que la
consciencia de los sesgos es muy útil pero no llegan a propugnar su eliminación
total como camino hacia la felicidad, la plenitud o el bienestar.
Lo que
esta claro es que el bienestar puede pasar en ocasiones por el autoengaño y el
sentido común es siempre la mejor brújula para el bienestar y por tanto nuestra
libertad de decisión estará condicionada, en expresarnos de la forma que consideremos más cómoda.
Ferran Aparicio
5 de Septiembre de 2018