Llevamos
prácticamente un mes con la propagación del este virus que ni quiero ni me
apetece nombrar, pues pasará a la historia como la tragedia del siglo XXI. Sin embargo
lo más trágico son las muertes que ha ocasionado, la vulnerabilidad y la suerte
de cada uno son factores de casualidad, todos hemos estado expuestos,
especialmente los que trabajamos con el público.
El confinamiento una palabra
que no conocíamos hasta que con la
llegada de este maldito fenómeno nos ha dejado en casa, viéndolas venir, pero
sin ninguna garantía de irnos a criar malvas.
Sin embargo todos hemos a llegar
a pensar en la muerte, especialmente pues alguien de nuestro entorno o cercano
le ha tocado la lotería del virus y sin embargo no hemos ni podido darle el
pésame a la familia, pues un pésame en tiempos de coronavirus es contenido.
Mi más sentido pésame ya
sólo lo podemos transmitir vía telefónica, telemática Es forzosamente lejano y
más complicado de compartir: no hay abrazos ni besos, no hay contacto con las
manos.
Un pésame en tiempos de
coronavirus habla sólo con la mirada y con la fuerza de la palabra pronunciada.
Lo más triste y ojala no lo tenga que vivir en vivo y en
directo es la sensación de que tras toda
una vida con un ser querido, no puedas ni velarlo , ni despedirlo como te hubiese
gustado, darle ese último beso y en
muchos casos ni poder darle sepultura como te hubiese gustado , ni homenajearlo como crees que se merecía en su último adiós.
Para los que somos creyentes
, no están permitidas ni las misas , si bien es cierto que cuando pase todo
esto podremos hacerlo libremente , aunque el duelo ya se haya suavizado ,
aunque el recuerdo nunca se olvide pues un pésame en tiempos de coronavirus, en
pleno estado de alarma, se da en condiciones dolorosamente atípicas.
Por simple protocolo a la hora de velar a una persona que ha
fallecido, la entrada está restringida a familiares y guardando las distancias
y se intenta que, tal como llegue el cuerpo, se entierre o se incinere lo antes
posible, no solo para evitar la mayoría de contactos, sino también porque los
trabajos funerarios están empezando a revelarse desbordados.
No hay velatorio,
sólo despedida, y el féretro, abierto o cerrado, se expone a los asistentes un
máximo de media hora, es bien cierto que un pésame en tiempos de corona virus es
también apresurado, fugaz, si es que somos capaces de justificar la con
financia.
La muerte no da tregua, pero
los contagios tampoco, y guantes y
mascarillas se han convertido en herramienta de vida incluso para dar las condolencias, si es que nos atrevemos
a su asistencia.
Ferrán
Aparicio
5
de abril de 2020
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