Vistas de página en total

viernes, 25 de mayo de 2018

ERASE UN HOMBRE PEGADO A UNA NARIZ


Hay frases que directamente la relacionamos con su autor y es el caso de un hombre pegado a su nariz y su autor Quevedo. Es bien cierto  que en diversos testimonios del tiempo se hallan referencias a su ingenio, a su defecto visual y a su cojera, algo quizás contradictorio con el desempeño de  delicadas misiones diplomáticas, a menudo en la Corte española al servicio del Duque de Osuna, por parte de Quevedo.

Durante su vida nunca deja de amistarse o reñir con variados personajes del momento: amistades con Carrillo y Sotomayor y Lope, enemistades con Góngora, ni de escribir asiduamente en los múltiples territorios literarios en que se mueve: festivos, morales, políticos.

El carácter especial de la transmisión de una parte de su producción en prosa y de su poesía, su circulación en copias manuscritas, su impresión en ediciones piratas o anónimas del S. XVIII, y las continuaciones generadas explican la provisionalidad de muchos textos del corpus, que ha sido recuperada recientemente, donde se rectifican numerosos errores de Astrana y se ofrecen textos de confianza.

Todo esto es debido a  que la mayoría de sus composiciones no se imprimen en vida ni bajo su vigilancia y se produce en copias manuscritas ejecutadas por diversos editores para su inclusión en antologías.

La poesía de Quevedo expresa unas preocupaciones y actitudes que, en cierta dimensión, son universales, pero no deja tampoco de ser universal en otra medida la transmisión de una experiencia cultural, la del poeta, que se comunica con sus lectores mediante la manipulación de un lenguaje en el que se encuentra fijada la vida de una sociedad en un momento específico de su historia.

La virtud de  acercarse a la literatura del Siglo de Oro desde formas de pensamiento y hábitos de expresión, corresponden a una mentalidad contemporánea de  prestigiar los significados "atemporales" de los textos leídos, aquellos que apelan a cualquier individuo en cualquier circunstancia histórica, pero se restringe la capacidad comunicativa del texto y para demostrar esto, sólo hace falta releer “un hombre a una nariz pegado”, como siempre ,.., sin más.

Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una nariz sayón y escriba,
érase un peje espada muy barbado.

Era un reloj de sol mal encarado,
érase una alquitara pensativa,
érase un elefante boca arriba,
era Ovidio Nasón más narizado.

Érase un espolón de una galera,
érase una pirámide de Egipto,
las doce Tribus de narices era.

Érase un naricísimo infinito,
muchísimo nariz, nariz tan fiera
que en la cara de Anás fuera delito.

Ferrán Aparicio
25 de mayo de 2018








No hay comentarios:

Publicar un comentario