Todos
hemos visto en alguna ocasión la imagen o escultura de los tres monos.
Aparentemente siempre nos vuelve a llamar la atención y nos recuerda la virtud
del saber ser y saber estar y por supuesto saber esperar, estando callados, no
oyendo y no viendo situaciones que personalmente no son de nuestra incumbencia.
En occidente estamos
familiarizados con la figura de los Tres Monos Sabios, uno que no ve, uno que
no oye y el otro que no habla, independientemente que cada cultura los haya
situado en un orden según sus principios, religiones y valores idiosincráticos en éste orden. Lo que sí es curioso es trío lo
asociamos a la idea de que en ocasiones es mejor no ver, no escuchar o no
hablar para evitar meternos en problemas.
La leyenda de los Tres Monos
Sabios es de origen chino, aunque se hicieron más populares a partir del siglo
VIII en la mitología japonesa, donde se les ha consagrado un templo, el Templo
de Toshogu, en la ciudad de Nikko.
Lo curioso y como suelen
hacer los dioses en su incomprensible comportamiento, los dotaron de una
curiosa condición: cada uno de ellos tendría un defecto y dos virtudes, del
mismo modo que cada uno debería tener su
función a la hora de cumplir su tarea.
En el caso de Kikazaru, el
mono que no oye, su misión era la de usar la vista para observar las malas
acciones de los hombres, y se las transmitía mediante la voz a Mizaru. Mizaru,
el mono que no ve, no necesitaba de la vista porque su tarea era la de
transmitir los mensajes entre Kikazaru e Iwazaru. Iwazaru, el mono que no habla,
era el que escuchaba el mensaje de sus compañeros y decidía el castigo que los
dioses usarían con los malvados.
Colocados los tres monos
jerárquicamente en función de sus habilidades y de sus discapacidades,
obtenemos un mono que ve, escucha y habla. Los monos juntos y bien organizados
pueden alcanzar metas que, sin duda alguna, no lograrían por separado; un claro
ejemplo de cooperación sinérgica exitosa.
Hemos visto o si las
buscamos muchas posibilidades de colocar
jerárquicamente a los tres monos; pero todas ellas, excepto una, son situaciones de comunicación fallida, de
asistencia colaborativa imposible.
Aunque hay quien plantea que
su significado puede ser que, para permanecer limpios de espíritu es necesario
que nos neguemos a escuchar las maldades, que no queramos ver las malas
acciones y que tampoco digamos cosas malas de nadie.
En tiempos difíciles y
complejos, lo razonable parece ser reorganizar la escala de valores y, como
cuando se complica la salud, aprender a apreciar lo que en la vida resulta más
determinante. Incluso hace falta que el comportamiento, las maneras y el estilo
se depuren hacia un modo de ser menos engolado y pomposo, que parte de este
principio de los tres monos sabios , la cooperación sinérgica exitosa, siendo
prudente con los que vemos ,oímos y hablamos.
Ferrán
Aparicio
5
de mayo de 2018
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