Dice un dicho y valga la redundancia que quien
mucho espera, se decepciona y sufre. La verdad es
que la falta de interés duele, y mucho y va más allá de la decepción, son
crueles punzadas de dolor en el estómago, como si algo por dentro nos
desgarrara el alma, y entonces llega el momento de aceptar la soledad funcional
como una etapa más de nuestras vidas.
La verdad es que
tanto la vida el tiempo como los daños
nos cambian, haciendo que lo que hoy nos apetecía compartir mañana no nos
resulte tan atractivo y esto no contradice ni justifica
la falta de sinceridad ni de correspondencia con los demás.
La soledad funcional nos lleva a reconocer tristemente, la falsedad y la
hipocresía son tan resbaladizas que solemos encontrarlas en el rincón que menos
esperábamos cuando ya es demasiado tarde. Normalmente, la esperanza de que alguien es lo que creemos conocer nos
hace estar tranquilos cuando en realidad deberíamos mantenernos expectantes,
pues ni es oro todo lo que reluce y Las apariencias
engañan.
Entonces es cuando
vienen los problemas, pues la verdad es que abunda la gente interesada y a nosotros nos cuesta abrir los ojos y esto
normalmente ocurre porque nos resistimos a creer que alguien a quien
consideramos tan indispensable en nuestra vida no sea sincero.
La soledad funcional, ese apartamiento vital, nos sirve para regalar tu ausencia a quien no valora tu
presencia y a no forzar
situaciones que creemos necesarias.
A lo largo de
nuestras vidas nos cruzamos con muchas personas que forman parte de nuestro
entorno, algunas de ellas solo pasan de forma transitoria, mientras otras toman
lugares realmente importantes en nuestros corazones y decidimos invertir gran parte
de nuestras vidas en ellas, hasta que llega el momento que los cambios recíprocos
de estilo de vida o simplemente de intereses nos alejan, y lo mejor es
redirigir nuestra energía, principalmente hacia nosotros mismos y
posteriormente a otra persona que tenga la intención de retribuir nuestros
sentimientos y nuestra atención de una forma más recíproca.
Si bien es cierto que
debemos dar sin esperar nada a cambio, es más sano para nosotros cuando lo que
damos lo recibimos de alguna buena forma de vuelta, nos sentimos queridos,
amados, considerados por las personas que forman, por elección, parte de
nuestras vidas.
Una de las bases de
nuestra existencia es amar y ser amados, pero cuando no hay respuesta sentimos
un vacío en nuestro corazón, pudiéndonos inclusive llegar a sentirnos poco
merecedores de afecto. Al final de das cuenta
que no te merece quien, con su indiferencia, te hace sentir invisible y
ausente, sino quien, con su atención, te hace sentir importante y presente.
La soledad funcional
te permite cerrar ciclos y al mismo tiempo
nos permite abrir nuevos, pues mientras
invertimos nuestra vida en alguien que no está dispuesto a formar parte de
ella, seguramente estamos perdiendo la oportunidad de cruzarnos con esa persona
que sí puede hacerlo.
Ferrán
Aparicio
20
de abril de 2019