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jueves, 15 de diciembre de 2016

MOTIVACIÓN ESCEPTICA

Ya destella y resuena en las calles, la temporada de la magia de la navidad, con el encendido de las luces, los cánticos navideños y demás  parafernalia adherida a estas fiestas de paz y amor y el árbol en el salón.

Para mucha gente es una motivación religiosa la que existe detrás de estas festividades, para otros es una motivación escéptica, pero  en cualquiera de las variantes, que no nos falte un buen pavo al horno y una copita de  cava, eso si, el que pueda  permitírselo , pero el problema que me resuena es cual mi motivación respecto a todo lo que sucede a mi alrededor y de lo cual no puedo pasar página, pues son parte del escenario teatral social de  esta temporada hasta que pase la Epifanía del señor.

La motivación como la pasión son unos de los motores de la vida, todos queremos estar motivados, motivar a alguien o simplemente que nos motiven. Por definición la “motivación” es lo que  explica el inicio, la dirección y el mantenimiento de la acción, de una forma voluntaria incluso entusiasta.

La motivación también tiene carácter entusiasta en cuanto que manifiesta nuestra voluntad, y aunque parece que voluntad y motivación tienen el mismo significado, la realidad es que cuando le añadimos colores, texturas, formas,…, incluso adjetivos que los acompañen, pertenecen a dos enfoques totalmente diferentes.

Las diferencias pensadas en frío y con perspectiva de nuestras propias circunstancias es que la voluntad decide la acción y la motivación  explica de alguna forma el comportamiento.

El problema es que  si no estamos  motivados no ejercemos la acción, lo cual es incierto  y surge la idea de la motivación escéptica, aquella por la que de una forma voluntaria hacemos algo por costumbre sin ir más allá de su sentido o de lo que representa.

Cuántas veces hemos tenido  que oír aquello de que tienes que hacer lo que debes hacer, aunque no tengas ganas, o en su caso no te apetezca, bien de una forma externa o bien nuestro pepito grillo que nos lo recuerda  como mensajero de nuestra propia conciencia, y al final te convences que es mejor estar motivado para hacer o vivir las cosas o situaciones.
Con la Navidad sucede un poco lo mismo, el interés, el ánimo, la energía, favorece su desarrollo independientemente de tu posicionamiento.

Al final el deber es un recurso que entra en juego cuando la motivación desfallece y tan sólo se trata de  motivar, animar, ayudar y estimular el sentimiento de la navidad. Así mismo aunque parezca todo lo contrario, pienso que el deber no es contrario a la libertad, sino un factor imprescindible para libertad y la convivencia justa.

El deber es en definitiva un marco de seguridad que nos salva cuando la motivación no funciona.

Les animo a fomentar la motivación o el entusiasmo navideño, pues aunque no queramos en el teatro de la vida, la escena continua y al final solo se trata de encontrar el sentido a las cosas.

                                                           Ferrán Aparicio      
                                                        15 de Diciembre de 2016



martes, 15 de marzo de 2016

VOLUNTAD DE VOLUNTADES


VOLUNTAD DE VOLUNTADES,.., TODO ES VOLUNTAD
Después del último post en el que se hablaba de la intuición como el despertador biológico de los instintos básicos que las personas tenemos de una forma innata, en ese instinto básico de la supervivencia, sólo queda añadirle un poco de sal, para tener la receta perfecta y es que voluntad de voluntades,.., todo es voluntad.
 
El gran filósofo José Antonio Marina describe la voluntad como “la motivación inteligentemente dirigida ó la motivación dirigida por la inteligencia” e  intuitivamente no le falta razón.
 
No hay nada que se pueda comenzar si no hay voluntad de hacerlo, por mucho que tengamos claro el poder del deseo. La voluntad de hacer y ponerse en marcha es lo que determina que la motivación aparezca, ya que es la manera de ejecutar inteligentemente el motivo que nos mueve.
 
En ese acto inerte y voluntario, valga la redundancia es donde comienza la chispa  que enciende el mecanismo para que comportamientos que suelen ser  automáticos, empiecen a ser conscientes y voluntarios y es ahí donde nuestra libertad de hacerlo o no hacerlo tropieza con el factor motivación.
 
Normalmente nada es gratuito y todo nos cuesta algo, es por ello que muchas veces la voluntad  quede rezagada en la desgana, el cansancio o simplemente en el aburrimiento bien por falta de motivación, bien porque no tenemos claro que lo que nos proponemos voluntariamente  va a tener una meta clara.
 
El deseo es una llamada a la acción que necesita ser  reforzado por la voluntad, sin embargo una interrelación  en exceso o defecto de deseos   afectan a la voluntad, haciendo nuestros objetivos más inapetentes de la misma forma  que la esclavitud de la voluntad nos hace prisioneros en forma de adicciones y emociones.
 
De todos es sabido que  aplazar  la realización de nuestros trabajos y  proyectos consume más tiempo y energía que iniciarnos en su camino de ese momento mejor que sin embargo nunca llega.
 
Otros depredadores de la voluntad son aspectos como, la rutina, la inconstancia, la incapacidad, la obcecación o la tozudez, pues marcan un  camino improductivo que reducen la voluntad haciéndola fracasar.
 
Al final  de cualquier razonamiento  llegamos a la primera premisa como con cualquier silogismo en que la calidad de la voluntad va a depender de la calidad de la inteligencia, es decir en valorar lo que queremos voluntariamente e inteligentemente, porque  en cualquier caso, voluntad de voluntades,…, todo es voluntad.
 
                                                         Ferrán Aparicio
                                                    15 de marzo de 2016