No hay mayor perdida para un niño que perder a sus padres y no olvidemos que todos llevamos independientemente de nuestra edad un niño dentro.
Un huérfano es un niño o no tan niño, cuyos padres están ausentes, muertos, o lo abandonaron. En el nuevo léxico se introdujeron los términos huérfano único , como pérdida de uno de los padres y huérfano doble que implica la pérdida de ambos padres.
La RAE también lo define en mi opinión correctamente omo: falto de algo, y especialmente de amparo.
La realidad de la orfandad es un destino trágico tengas la edad que tengas, que vemos proliferar en un mundo vacio y problemático donde solo nos falta el cariño y asesoramiento de nuestros padres.
Pero la orfandad también tiene una dimensión psicológica: es un patrón arquetípico universal en la psique humana y según las teorías de Carl Jung, los arquetipos pertenecen a nuestro inconsciente colectivo, no solo a los individuos.
Ser huérfano es estar solo en el mundo, carecer de madre, padre o ambos. Y der una familia propia donde los compañeros y amigos no sustituyen esa dimensión. La orfandad como fenómeno psicológico se relaciona con un estado interno de abandono.
El huérfano interior lleva los sentimientos de no encajar, de no pertenecer, de ser diferente del rebaño y sufre de un anhelo que no puede cumplirse desde afuera. Su sufrimiento no es el resultado de no tener padres, sino de verse privados de su capacidad para cuidarse a sí mismos.
El huérfano interior espera en un rincón oculto de nuestro inconsciente a ser rescatado por nuestra atención y amor de sus padres pero cuando personalmente ignoramos nuestras necesidades en favor de las necesidades de los demás, cuando rechazamos partes de nosotros mismos por miedo o vergüenza, y cuando repudiamos un deseo natural de ser vistos, elogiados y admirados, creamos un ambiente intrapsíquico para huérfanos internos.
Los complejos culturales dan forma a nuestra identidad, nuestro sentido de pertenencia, estilo de vida y valores y muchas veces es ahí donde te sientes huérfano pues cuando nuestra identidad y valores están en desacuerdo con el entorno cultural imperante, nos sentimos rechazados, traicionados y huérfanos.
Tomar conciencia de estas dinámicas internas de huérfanos puede sanar la soledad y el dolor del niño perdido y lo primero, es necesario reconocer la existencia del huérfano interno y nombrar la carga que soportan pues los sentimientos sirven como portales para el autoconocimiento y la conciencia.
Ferrán
Aparicio
20 de septiembre de 2024