Cuántas veces hemos oído en nuestro
entorno esta expresión y aun intuyendo su significado por el contexto en el que
se expresa, realmente no conocemos de donde procede y por curiosidad de
curiosidades, que todo es curiosidad, uno procede a cultivarse.
Cuando
investigas y te documentas, algo que hoy en día está al alcance de todo el
mundo a través de internet, simplemente dándole al botón correspondiente de tu móvil,
te das cuenta que oler a chamusquina es
algo tan intuitivo como que la chamusquina es el característico olor que se desprende al quemarse la superficie de
alguna ropa o el que percibimos cuando alguien se quema por accidente algún
pelo, barba o vello.
El
popular modismo, “Esto me huele a chamusquina”, se utiliza cuando alguien cree
tener indicios de que algo no está saliendo tal y como esperaba o que algo va a
salir mal.
La
frase proviene de tiempos de la inquisición, cuando eran quemados los libros y
escritos sospechosos de herejía y muy a
menudo la quema de esos libros iba acompañadas del propio autor o su impresor.
Lo
que está claro que en la actualidad y a nivel coloquial de cualquier tema nos expresamos
hablando que cuando olemos a chamusquina, queremos decir que tenemos una
sospecha intuitiva, ficticia o real de
que algo o alguien van a acabar mal en relación a algún tema o situación.
Un
servidor cae en la tentación de inmiscuirse más allá de oler a chamusquina constantemente y es que hoy en día, casi todo nos huele a chamusquina en la naturaleza
del ser humano, pues es muy difícil conceder al Hombre una condición benévola porque
todos experimentamos las mismas pulsiones irracionales heredadas de nuestra
situación en el mundo natural que actualmente nos rodea.
La
simple enunciación de una consigna cómo es decir me huele cualquier tema a
chamusquina, no sirve para la descripción de la realidad y aún menos para la
implementación de una política que permita incrementar los niveles de seguridad
y tranquilidad ciudadana a cualquier
nivel al menos en nuestro entorno más inmediato.
Los
peligros que plantea la amenaza de un olor característico, no es cuestión
baladí y requiere de unos altos niveles de prevención y alerta, sin que ello
suponga una disminución de derechos y deberes ciudadanos sino límites más
precisos a las incomodidades por las que hemos de pasar en determinadas
ocasiones.
Si
la libertad no implicara la libertad de
todos y cada uno de los ciudadanos, si la irresponsabilidad de algunos los
inhabilitara por principio para ejercer el derecho a elegir y actuar, si el
error no fuera componente esencial de la naturaleza humana cabría considerar al
estado social y democrático, como el estado perfecto para no tener sensación de oler a chamusquina.
Ferrán
Aparicio
30 de abril de 2016