Cuando pensamos en ayuda, lo asociamos al hecho de reconocer que algo se nos escapa de nuestra posibilidad de resolución, al menos en ese momento, nos habla de humildad, aunque ciertamente hay situaciones en las que no necesitamos decir nada para recibir una ayuda o un apoyo, sin embargo, en muchas ocasiones, tendremos que manifestar con claridad lo que creemos necesitar.
La pura verdad es que
el tema de la ayuda es un tema delicado, bien por orgullo propio, bien por
dignidad o por cualquier causa que nos produce rechazo a solicitarla, pues pensar recurrir a esa
ayuda, tenemos claro en ocasiones que no
nos convertirá en personas débiles, por el contrario, por lo general nos hace
salir fortalecidos y a sabiendas de que nunca, en ningún caso, estamos
realmente solos.
La depresión es la enfermedad
más incomprendida y sobre la que se construye, en muchos casos, un auténtico
estigma social. Si analizamos las estadísticas, hay una gran cantidad de población
mundial que la padece, por no hablar del suicidio como consecuencia de
esta patología. Hay quien la trivializa, quien la relaciona
con debilidad o falta de coraje, cuando en realidad, nadie puede llegar a
entender las batallas internas y la valentía que se necesita solo para
levantarse de la cama y abrir una ventana al nuevo día.
La depresión y la
ansiedad no son sinónimos de debilidad como tampoco son consecuencia de una
elección personal, no podemos decidir si queremos o no queremos que nos
acompañen, en todo caso podríamos decir que son signos de lucha, de pelea ante
las adversidades o ante situaciones personales dolorosas, de pérdidas, de malas
experiencias y de incertidumbre.
Es bien claro que no
podemos elegir no tener problemas, disfrutar de cada momento y siempre
encontrarnos bien, sin embargo, no podemos evitarlo y, por supuesto, nadie está
libre de peligro, pues cuando se abren las puertas de la depresión , este
portal no se puede nunca cerrar.
Cuanto antes
entendamos esto, antes aprenderemos a cuidarnos como merecemos y a no
acercarnos a estas puertas con un diálogo interno social que desmerece y
menosprecia nuestras emociones y los problemas con los que nos encontramos cuando
nos damos cuenta de que el mundo, en realidad, no es del color que mejor nos
combina a todos.
En general el
proceso suele tener el mismo camino, se
puede dar pérdida de interés, y aparece la apatía, el pesimismo, y una
sensación de desesperanza, de incapacidad para darle la vuelta al proceso, o
bien porque no te sientes capaz, o bien porque no depende de ti.
Les animo como
siempre a reflexionar , sobre la integridad del equilibrio emocional y la importancia
de la reflexión, el aquietamiento y el detenernos en el momento adecuado , pues aunque ayuda la necesitamos
todos, no es cuestión de abandonarse en
el siniestro mundo de la depresión y la ansiedad.
Ferrán
Aparicio
10 de Marzo de 2022