En algún momento de nuestras
vidas, todos nosotros tenemos una visión acerca de la calidad de vida que
deseamos y creemos merecer. Y, sin embargo, esos sueños se han visto envueltos
para muchos de nosotros en las frustraciones y rutinas de la vida cotidiana
A menudo, el dolor y la
miseria son innecesarios y finalmente terminan cuando las personas se hacen
cargo del control de sus creencias, sentimientos y acciones con objeto de
modificar el proceso de sus vidas.
Desgraciadamente, la mayoría
de las veces no lo hacen así. Se limitan a esperar y luego tratan de cambiar el
mal resultado o, a menudo, se encogen y lo único que hacen es quejarse de su
horrible vida, o se ven «fijadas» de alguna forma por otra persona.
No siempre resulta fácil
capacitar a las personas para que se den cuenta de que pueden incidir en el
resultado de sus propias vidas.
Todas estas personas jamás
aceptaron que hubiera algo imposible. Todos nosotros esperamos y obtuvimos
milagros a través de esta odisea, y en ese proceso hemos crecido y nos hemos
convertido en algo más.
Todos ellos son gigantes en mi
vida, son objetivos inaccesibles y en el fondo frustrantes y creo firmemente
que verdaderamente que en todos nosotros
hay un gigante dormido.
Desde muy joven, desarrollé la
creencia de que todos estamos aquí para contribuir con algo único, que en lo
más profundo de nosotros mismos yace un don especial.
Sin embargo el concepto de
frustración se define como el sentimiento que se genera en un individuo cuando
no puede satisfacer un deseo planteado. Ante este tipo de situaciones, la persona
suele reaccionar a nivel emocional con expresiones de ira, de ansiedad o
disforia, principalmente.
Considerando como un aspecto
inherente a la vida humana el hecho de asumir la imposibilidad de lograr todo
aquello que uno desea y en el momento en que se anhela, el punto clave reside
en la capacidad de gestionar y aceptar esta discrepancia entre lo ideal y lo
real. Así, el origen de la problemática no se encuentra en las situaciones
externas en sí mismas, sino en la forma en la que el individuo las afronta. Se
entiende, desde esta perspectiva, que la frustración se compone tanto de una
situación real ocurrida como de la vivencia a nivel emocional elaborada a
partir de dicha situación.
Los individuos que presentan
este modo de hacer, que no saben lo que tienen, se caracterizan también por
poseer un razonamiento rígido e inflexible, con escasa capacidad de adaptación
a los cambios no programados, debido a la cual interpretan como insoportable el
deber lidiar con emociones más desagradables como el enfado o la tristeza y les
conduce, por otra parte, a elaborar una serie de expectativas previas alejadas
de lo racional, desmesuradas y extremamente exigentes.
Ferrán Aparicio
1
de Marzo de 2024
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